La ciudad y los días
Carlos Colón
Nunca estuvieron todos
editorial
EL adelanto de las elecciones generales, anunciado ayer por el presidente del Gobierno, no ha sido una sorpresa. La demanda de disolver anticipadamente las Cortes sin agotar la legislatura era común en la oposición, los empresarios y banqueros, inversores y analistas. Más aún, en el seno del PSOE se había ido consolidando la idea de que no tenía sentido llegar hasta marzo con un Ejecutivo deteriorado y un presidente que había perdido de sobra la confianza de los ciudadanos, además de una crisis económica que, más allá de los repuntes del verano, no presenta visos de enmendarse en sus grandes cifras. Además, la prolongación del actual estado de cosas perjudicaba el interés del candidato socialista, Pérez Rubalcaba, forzado a una singular bicefalia con Zapatero que daña sus expectativas electorales y su afán de presentarse como paladín del cambio. Precisamente Rubalcaba es quien ha presionado con más insistencia a Zapatero, aunque ha recibido el apoyo de la cúpula federal del PSOE, deseosa de frenar la hipótesis de que la caída del actual secretario general arrastre consigo una debacle del partido en su conjunto, como ya se vislumbró en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Por lo demás, la decisión de Zapatero, que también anunció coherentemente que no será diputado en el próximo Congreso, es la que mejor conviene al interés general. Se trata, como él mismo ha confesado, de que un nuevo Gobierno salido de las urnas ofrezca la certidumbre y la seguridad que necesitan los operadores económicos, nacionales e internacionales, para resucitar su confianza en la economía española. El zapaterismo, con sus luces y sombras, es un proyecto político que puede considerarse completamente agotado. No será la primera vez que se adelanten unas elecciones generales en la España democrática, sino la séptima. Zapatero ha escogido para hacerlo una fecha cargada de simbología: el 20 de noviembre. El mismo día que murió, hace 36 años, Francisco Franco, bajo cuyo régimen los españoles no podían votar libremente.
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