¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
Editorial
LA actitud responsable de los diputados catalanistas de Convergencia i Uniò, junto a la navarra UPN, es lo único que ha permitido al Gobierno salir airoso de uno de sus peores trances y sacar adelante, por un solo voto, un programa de austeridad enormemente impopular, aunque necesario, encaminado a sanear las cuentas públicas. Mientras el principal partido de la oposición mostraba un alto grado de oportunismo al negar su apoyo al ajuste que tantas veces ha demandado, Duran Lleida permitió su aprobación, pero con un aviso de la mayor importancia: considera acabada la época de Zapatero y le emplaza -astutamente, para no interferir en las elecciones catalanas del otoño- a convocar elecciones anticipadas cuando no pueda, porque la propia CiU se encargará de ello, aprobar los presupuestos generales del Estado para el año 2011. Duran le ha puesto, pues, fecha de caducidad al Gobierno que preside Zapatero, sin que en el horizonte se pueda vislumbrar un cambio en el escenario nacional que haga posible otra alternativa. El emplazamiento está dirigido, en realidad, a todo el Partido Socialista, donde crece el malestar con Zapatero y la convicción de que la situación no puede aguantar en los términos actuales hasta el final normal de la legislatura, en 2012. El lapsus del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, considerando "malo" a Zapatero, abunda en esta dirección. El partido en el Gobierno debe abrir de inmediato un periodo de reflexión sobre qué hacer en las actuales circunstancias. Seguir como si nada es la mejor opción para perder las elecciones, por no hablar de lo que ello supondría para el conjunto del país. La sustitución del presidente por otro diputado socialista que marque otro rumbo y trate de enderezar a la nación sin adelanto electoral o el citado adelanto de las elecciones son posibilidades que están ya sobre la mesa. Una cuestión de confianza en el Congreso con otro candidato también daría un respiro a los socialistas. La dificultad está en convencer a Zapatero de que su no continuidad al frente del Gobierno es lo que conviene al país y también al PSOE. Son los socialistas los que tienen que decidir.
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