La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
DE POCO UN TODO
TENGO serias dudas de que Duran Lleida haya pagado nunca nada en ningún bar a ningún andaluz, pero nos ha brindado un tema de conversación estos días y se le agradece, que últimamente sólo hablábamos aquí de trabajo, obsesionados con la crisis. Ya profetizó Borges que los políticos acabarían sirviendo para ir por los pueblos entreteniendo a las gentes con sus ocurrencias.
Ofender, no ha ofendido. Resulta evidente que, ante el boquete en las cuentas de la Generalitat, que no les da para pagar los hospitales pero sí sus cosillas, esto no es más que intento demagógico y desesperado de ganarse a un electorado que se les va. El fondo, además, no cuela: subvencionados tienen en su región para dar y regalar y, si tan mal les parece el PER, los nacionalistas, con su peso específico en la política nacional, ya lo podían haber abolido, como arruinaron el Plan Hidrológico Nacional y todo cuanto les molesta ligeramente. Prestan un flaco servicio a Andalucía, como advertía ayer José Aguilar, los que se rasgan las vestiduras a ver si pescan en las aguas revueltas algún voto o un aplauso.
Como todo estaba muy bien dicho ya, pensaba cambiar de tema. No parece pertinente dedicar montones de columnas a unas declaraciones para afirmar que no merecen la pena. Pero he oído las últimas aportaciones de Duran explicando -para que no lo tachen de antiandaluz- que él en la Feria de Sevilla se lo pasa pipa [sic]. Pueden testimoniarlo, añade -como si pensara que vamos a dudar de su palabra-, cuantos le han visto seguir el compás en las casetas. Y ya no he podido resistirme, lo siento. Esas últimas explicaciones de Duran, tan flamenco y feriante, van en la línea que yo me sospechaba desde el principio. No había que descartar un trasfondo de envidia, que, como ha explicado Nicolás Gómez Dávila, es el vicio que mejor se disfraza de virtud ofendida.
Que la Feria de Sevilla le guste muy especialmente a Duran Lleida, donde se lo pasa pipa, repite varias veces, no me extraña en absoluto. La Feria es famosa por esas sevillanas, que tan bien sigue el insigne político catalán, y por el hecho de que los invitados no pagan nunca nada, no pueden: los anfitriones hacen una cuestión de orgullo tenerlos a cuerpo de rey. A partir de ahí, ¿cómo extrañarnos de la percepción que tiene de Andalucía si la identifica con la Feria de Abril? Una región envidiable donde uno se pasa la vida en la barra, levantando polvo, palmoteando sevillanas y comiendo jamón de gañote. Si viniese a la aceituna o a la vendimia o a Dragados o a trabajar mismamente en un instituto de secundaria a lo mejor decía otras cosas. Y olé.
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