¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
La guasa es el camino más corto para triunfar en esta ciudad. Un sevillano escribió el otro día en las redes sociales un comentario de gran éxito por su capacidad para reflejar la situación que se padece en un centro invadido por el turismo: "Me he encontrado con un sevillano en la calle Tetuán y nos hemos dado un abrazo". Emocionante. Los sevillanos prescinden cada vez más de acudir al centro salvo en los grandes acontecimientos: algún día de Semana Santa y una tardecita de Navidad. Durante el tiempo ordinario prefieren hacer las compras en sus barrios o en los centros comerciales donde tienen aparcamiento gratuito sin límite de tiempo. Es comprensible. La sociedad de hoy prima la comodidad por encima de todo. Antes todos los barrios tenían un autobús de Tussam con parada final en la Plaza Nueva o en la Plaza del Duque. Ahora hay que usar un autobús, un tranvía y los pies para llegar al mismo sitio que antes. Es la combinación que Monteseirín bautizó como "oferta intermodal de transporte". ¡Qué bueno lo tuyo, Alfredo! Antes, durante años, se decía que la Punta del Diamante había sido tomada por los turistas que hacían cola con la bandeja para almorzar en el buffet. Ahora es la Avenida entera la que carece de un bar para sevillanos, que se han ido retirando a establecimientos considerados como refugios. Ahora hay muchos bares del centro, muchísimos, que a las ocho de la tarde te advierten que sólo te puedes sentar en un velador si es para cenar. Nada de cerveza y aceitunas. Quieren turistas con el billetito de 20 euros, no sevillanos tiesos. Acaso se salvan Casa Román y Las Columnas. El Aperol ha sustituido a la Cruzcampo. Muchos establecimientos de Santa Cruz ya no atienden en la barra, sólo quieren clientes extranjeros para las mesas. La incomodidad de acceder al centro, que sufrimos desde 2007, y la ola de turismo emergente han provocado que casi toda la oferta hostelera se vuelque en el turismo. Hasta los sevillanos visten ya como turistas cuando llegan las calores sin distinción de destino. Lo mismo viste un guiri con la piel enrojecida a la búsqueda de sangría por la Judería, que el asistente a un funeral en el tanatorio o el que se dirige con la mochila camino de una piscina. Observen, no hay diferencias. La globalización es el mundo de las oportunidades, pero no incluye la del buen gusto, por supuesto. Hay quien come melón con jamón después de un aperitivo de Aperol. Allí donde fueres haz lo que vieres. Menos los sevillanos, que nos adaptamos al que viene de fuera. Y de qué manera. Menos mal que siempre hay quien te da un abrazo cuando más lo necesitas.
También te puede interesar
Lo último