Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La herida milagrosa
La ciencia española tiene en E. Huguet del Villar, J. Dantín y, sobre todo, en José Mª. Albareda y la aportación del austríaco W. L. Kubiena, una tetralogía de esforzados y abnegados científicos que, casi desde la nada, construyeron los cimientos de la Edafología, antes y después de nuestra guerra civil. Sus discípulos directos, sobre todo del tándem Albareda-Kubiena en el CSIC, asumieron la responsabilidad de desarrollar la disciplina, primero siguiendo la estela de la Química Agrícola, la Geografía Física y la Geología Dinámica, y después en el marco del Medio Ambiente, la Bioquímica y la Ingeniería. Uno de los discípulos del citado tándem fue Guillermo Paneque Guerrero, farmacéutico, doctorado en 1957 (Universidad de Granada) con una tesis sobre suelos calizos del término municipal de su Écija natal. Investigador del CSIC primero y catedrático después, en Sevilla y Córdoba, el profesor Paneque ha fallecido el pasado miércoles en Sevilla. Científico de prestigio internacional, hombre humilde y bueno, don Guillermo ha cumplido con creces en vida su cuota de responsabilidad humana y profesional. Ha formado una amplia familia, a la que a él le gustaba añadir a sus amados maestros, discípulos, e incluso a sus "suelos", a los que, como nos decía recientemente, "quería como hijos". Un cariñoso recuerdo tenía para sus profesores en el colegio San Francisco de Paula, entre ellos, los químicos Joaquín del Olmo (abuelo materno mío) y Luis Rey. Éste último encomendó al niño Guillermo, curso 47-48, que preparara un tema sobre la naciente Edafología. Igualmente, para sus profesores de Doctorado, don Francisco González García, de Sevilla, y don Ángel Hoyos de Castro, de Granada. Pensionado en Escocia (con Smithson) y Hamburgo (con Kubiena), su investigación transcendió internacionalmente a través de publicaciones científicas. Siendo secretario del Centro de Edafología del Cortijo del Cuarto, fue el receptor de la Reserva de Doñana al adscribirse al CSIC (germen de la EBD). Junto con José Antonio Valverde y José M. Rubio Recio, mantuvo una fiel relación con Albareda. Don Guillermo deja en el CSIC, las universidades de Córdoba y de Sevilla, discípulos edafólogos relevantes y premiados. La UNIA, en La Rábida, acogió a un grupo de discípulos (Torrent, Bellinfante, De la Rosa, Corral, Gil, Recio Espejo, Barrón, González Fernández, Díaz del Olmo…), para homenajear a nuestro profesor en el año internacional del suelo (2015). Profesor emérito de la Facultad de Químicas de Sevilla, académico de la RAC de Sevilla, don Guillermo siempre tenía palabras de atención y aliento para sus alumnos. En los últimos años llevaba a cabo una rutina familiar no exenta de inquietudes científicas, aunque como me indicó recientemente, prefería dedicar sus lecturas a otros menesteres. No renunció a elaborar sus riquísimas mermeladas que distribuía entre su familia, amigos del barrio y nosotros, "sus hijos" científicos a los que nos animaba a mantenernos siempre "por los suelos". Todos le echaremos de menos, porque su menuda presencia nos recordaba la humildad de espíritu del hombre sabio.
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