La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Hay apellidos que marcan de por vida. Algunos dimanan de un pasado lejano (Almeida o Sánchez), con la particularidad de Expósito, que cuando éramos niños evocaba un pecado original -ser culpable sin culpa, para hacérnoslo mirar- y una macha de nacimiento y que hoy, compruebo con alivio, está desprovisto de pasado inclusero. No vamos a peor ni en mucho ni para muchos. Hago un aparte obligado para los CarlosRocha (ergo insultantemente jóvenes): Expósito era el apellido que recibían las criaturas abandonadas en las esclusas, cuando no había prueba de ADN que señalara a los progenitores. Y hay apellidos felices, sí, luminosos, de buen rollo, o sea. Donaire sin ir más lejos.
Hoy que estoy tan contenta (cielos, es usar esa palabra y me emerge el corazón contento de Palito Ortega cantado por Marisol, qué fuerte, la memoria no tiene compasión), hoy, repito, que ando jubilosa pienso que si te llamas Donaire tu persona puede inclinarse a cumplir escrupulosamente con su significado, "Gracia, discreción y viveza en la forma de hablar y moverse", tal nos fija la RAE. Porque viveza a kilos tiene Antonio Donaire, el motivo de mi contentura y el aludido absoluto de estas letras, aunque ande yéndome por las ramas o los cerros de Úbeda (paisaje preferido de los retóricos y parlamentarios como los dibujaba Forges). Antonio, arquitecto técnico, andalucista de primerísima hornada (cuando el PSA tenía esa ese clarificadora), activista cultural incansable y sobre todo una buenísima persona, acaba de salir del túnel de tres meses de defenderse a bocados del Covid. Bravo. Sí se puede.
Donaire es un viejo conocido de tertulias y saraos varios, desde los reivindicativos a los gozosos (me niego a usar la palabra lúdico, ventajas de ser una señora caprichosa, lingüísticamente hablando) y un melómano a lo folk incansable. Con su banda de espontáneos secuaces hace años que organizan conciertos o amenizan reuniones con sesiones, sobre todo, de homenaje a Pete Seeger. Que es el padre de la música popular americana e interprete inigualable de esa balada, This land is your land, que cantó por última vez con Bruce Springsteen en la primera toma de posesión de Obama.
Tributo que bien podría compartir la banda de Donaire con la de Guillermo Lago Bendala -dos apellidos ilustres en el mejor sentido de la palabra- músico vocacional, entusiasta emulador del Boss. Eso sí sería un maridaje y no el bochorno de ponerle vinagre de Módena a todo plato indefenso aunque lleve comino. Sería una bella manera de celebrar que Antonio Donaire vuelve a la calle, a Sevilla, a la vida. Que se prepare el Ateneo de Mairena del Ajarafe, porque no vamos a tener horas para los actos, exposiciones o conciertos que nos va a convocar. Vendaval Antonio. Don Aire, tan necesario para respirar.
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