Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
Entre tantos otros rescates que desafían o ensanchan la idea más acomodada y plana de la actualidad, debemos a la editorial Renacimiento la recuperación de Encarnación Aragoneses Urquijo, conocida por su seudónimo de Elena Fortún, creadora del popular personaje de Celia cuyas aventuras, iniciadas en 1928, en las páginas de Gente Menuda, han acompañado a varias generaciones de españoles que se iniciaron en la lectura de la mano de la niña madrileña que quería ser escritora. Además de reeditar los libros protagonizados por Celia y otros personajes de la saga en una Biblioteca –dirigida por Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, continuadoras del gran trabajo de Marisol Dorao– donde todos vuelven a estar disponibles, incluida la entrega perdida que narra las peripecias de la ya adolescente “en la revolución”, con razón considerada como una de las mejores y más ponderadas novelas de la Guerra Civil, el sello sevillano ha recuperado otras dos novelas hasta hace poco inéditas: Oculto sendero y El pensionado de Santa Casilda, ambas escritas con el seudónimo de Rosa María Castaños –la segunda con la probable colaboración de Matilde Ras– y reflejo de una condición homosexual que Aragoneses sólo compartió con sus íntimas amigas. Entre otros títulos que han ayudado a comprender la personalidad de la escritora más allá del mundo de Celia, la Biblioteca acoge los dos tomos del epistolario con la argentina Inés Field, su último gran amor, y acaba de publicar un hermoso homenaje titulado, con evidente guiño a una de las aventuras de su personaje, Elena y sus amigos, donde Purificació Mascarell reúne diecisiete testimonios que consignan la devoción a Fortún por parte de admiradores que la trataron en vida (entre ellos María Lejárraga, Josefina Carabias, Carmen Laforet, Carmen Conde, las citadas Ras y Field) o bien la conocieron a través de su literatura (Juan García Hortelano, Carmen Martín Gaite, Francisco Nieva, José Luis Borau, la biógrafa Dorao). Cualquier estudio sobre la recepción de sus obras, tan maravillosamente vigentes como las de Richmal Crompton, por citar a otra autora leída por pequeños y adultos, debe detenerse en la reiterada e influyente reivindicación que de ella hizo Martín Gaite, cuyo artículo en la presente antología, El crecimiento de Celia, recordamos haber leído a finales del bachillerato, pero tampoco cabe pasar por alto el primer texto escogido, Niños españoles: estáis de enhorabuena…, donde Lejárraga, la descubridora de Fortún, comparte un doble secreto: sin sueños no se puede vivir, y todos, los que tenemos a cualquier edad, los hemos aprendido a soñar en la infancia.
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