La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Termina la segunda semana de Adviento. Mañana se encenderá la tercera vela de la Corona. Esto vuela. Quienes disfrutamos más la espera que la posesión -porque lo que no aún no ha empezado está intacto y el inicio es el comienzo del fin- vivimos desde la Inmaculada nuestra Navidad de Sinatra, Bach, Ella Fitzgerald y la Niña de la Puebla sonando en casa, Dickens entre las manos y luces (por horrorosas que sean) en las calles. Porque mira que, un año más, son feas y neutras las iluminaciones de Navidad. Parece que las ha puesto el rico avariento de Manuel Torre. Como si algo tan lógico como representar lo que se celebra fuera una ofensa a los sentimientos de quienes no comparten esta creencia o esta tradición. Se toma la piel y se tira la pulpa.
Gracias al compañero de página Rafael Sánchez Saus supe que la primera ministra británica ha invitado a los cristianos a "ejercer celosamente" su derecho a manifestar su fe en lugares públicos, tras tener conocimiento de dos informes que denuncian la presión para que, paradójicamente apelando a la tolerancia, las empresas británicas prohíban a los cristianos mostrar signos externos de su fe para no ofender a quienes no creen o practican otra religión. ¿Por qué puñetas puede ofender que se celebre públicamente la Navidad adornando lugares de trabajo y espacios públicos? ¿Se sentiría usted ofendido si compañeros de trabajo celebraran visiblemente este mes de diciembre el cumpleaños del Profeta, si son musulmanes, o Janucá, si son judíos? Yo no, desde luego. Lo sé porque los he celebrado con ellos.
La señora May ha dicho con envidiable claridad: "Estamos en el tiempo de Adviento, tenemos en nuestro país una gran tradición de tolerancia religiosa y libertad de expresión, y nuestra herencia cristiana es algo de lo que podemos sentirnos orgullosos". Todo cierto. También lo de la tolerancia británica. Los judíos pueden ejercer allí su culto desde 1664 y los musulmanes desde 1813; los católicos lograron su igualdad de derechos con los anglicanos -lo que les permitió ocupar cargos públicos- entre 1789 y 1829, y los judíos desde 1858. Sería triste que la corrección política impusiera estúpidas restricciones.
Cuidado. Hace años alguien anotó en su diario: "En todos los asuntos públicos lo cristiano no tiene ningún lugar… Se halla recluido en un marco eclesiástico, privado". Era Dietrich Bonhoeffer y se refería a las leyes nazis dictadas desde 1933.
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