La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Durante siglos o milenios, antes de que se impusiera el patriarcado, la vieja Europa y el Oriente Medio rindieron culto a la Triple Diosa, doncella, madre y anciana, invocada de muchas maneras y con distintos nombres, asociada a la Luna -frente a las posteriores divinidades solares- y celebrada en una poesía que usaba del lenguaje del mito. Este lenguaje mágico, perdido o manipulado por los invasores procedentes de Asia que subvirtieron el antiguo orden matriarcal, sería el de la verdadera poesía, que se transmitió soterradamente y puede ser reconstruido a partir de los cultos mistéricos de los helenos, las tradiciones célticas o los oscuros rituales de la brujería. Tal es la controvertida tesis principal de La Diosa Blanca (1948) de Robert Graves, su ensayo más ambicioso y polémico, la fuente más o menos fantasiosa de la que bebieron los pintorescos apóstoles de la Nueva Era. El propio Graves cuenta cómo tuvo la intuición que sustenta su recorrido mientras trabajaba en una novela sobre Jasón y los argonautas, El vellocino de oro, y desde entonces no dejó de darle vueltas a la teoría -que no era para él una mera teoría, sino algo que le concernía directamente, como poeta o bardo inspirado por la Musa- ni de recabar nuevos datos que corroboraran sus argumentos. El compendio de Graves combina el ensayo histórico, la mitografía, el estudio de las religiones comparadas, la reflexión poética y una crítica de fondo al rumbo errado de la sociedades occidentales, para cuyos males contemporáneos se aducen causas muy remotas. Es visible la huella de sir James Frazer y La rama dorada, otro libro complejo que pese a su dificultad alcanzó un éxito sin precedentes, pero acaso su mayor influjo se sitúe fuera del ámbito de la antropología, en el esteticismo de los poetas finiseculares y en la idea -hoy devaluada- del "eterno femenino". A las acusaciones de arbitrariedad o inconsistencia, Graves respondía defendiendo el rigor de sus deducciones, pero lo cierto es que la erudición del ensayista está sometida a un propósito que es, sobre todo, poético, y desde ese punto de vista -el de una reivindicación del pensamiento mítico- debe ser entendido. En el paso del mito al logos, consignado en la Grecia arcaica, cifran los estudiosos uno de los procesos que transformaron las sociedades primitivas. Graves propuso un camino inverso que restaurara el sagrado poder de la imaginación creadora, rozando el galimatías pero no sin aportar, entre intrincadas especulaciones, una original interpretación del oficio de poeta a la que no deben acercarse quienes -son sus palabras- "posean una mente distraída, cansada o rígidamente científica".
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