La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
la ciudad y los días
DÉFICIT, reconducción y rumbo según Luis de Guindos. Sobre lo primero: "El déficit público era inabordable e inasumible. Es necesario reconducirlo". Sobre lo segundo: "Se están tomando las decisiones para modificar un rumbo que era negativo". Y sobre lo tercero: "A través de los ajustes y las reformas se está tomando una nueva dirección y lo hacemos desde la convicción que las políticas que aplicamos son las mejores para España y para el futuro del euro". Ojalá sea así. Porque el fracaso de estas medidas sería una tragedia para una España al borde del abismo, de la que Le Monde afirmaba el pasado sábado: "La crisis española da vértigo a Europa". Nosotros ya ni sentimos vértigo: tenemos la sensación de estar cayendo.
Por eso deseo que De Guindos esté acertando; y que la sensación de estar cayendo quede en eso, en mera sensación, y no se convierta en la realidad de una caída. Sólo los resultados dirán si se está pinchando el Estado de bienestar o si se está arrojando lastre para impedir su caída; si se pretende afrontar la crisis únicamente a base de durísimos ajustes presupuestarios que golpean más duramente a los más socialmente expuestos o si -como dijo De Guindos- éstos se complementarán con medidas que impulsen el crecimiento económico.
Desconozco si se están haciendo bien las cosas o no. Nada sé de economía. Pero algo sé de comunicación. Y un poco de sentido común tengo. Lo suficiente para afirmar que el Gobierno está comunicando mal sus medidas y dosificándolas aún peor. Churchill pudo pedirles a los ingleses su sangre, su sudor y sus lágrimas porque a cambio les ofrecía "victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror, victoria por largo y duro que pueda ser el camino". Y porque lo hizo de una vez y con un plan. Si un viernes les hubiera pedido la sangre, asegurándoles que no tendrían que sudar ni llorar, para al viernes siguiente pedirles el sudor, diciéndoles que ese nuevo sacrificio bastaría, hasta acabar pidiéndoles también las lágrimas, los ingleses habrían pensado que carecía de plan, que estaba improvisando.
Algo parecido está haciendo Rajoy al afrontar la crisis. Bien está que le hubieran ocultado la magnitud del descalabro y que esto le haya obligado a incumplir su programa. Pero difícilmente se comprende que se enfrente a la crisis de viernes en viernes, como si careciera de un plan unitario. ¿Por eso no comparece ante los españoles para explicarles el conjunto de medidas contra la crisis? ¿Por eso rehúye el Debate del estado de la Nación? Si se queja de que el PSOE está intentando ganar en la calle lo que perdió en las urnas, ¿por qué no da la cara en sede parlamentaria?
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