La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Multicapa
La casa proa regionalista del barrio de San Bernardo, la de la esquina izquierda de la calle ancha con Eduardo Dato, está siendo reformada/ restaurada/ derribada, elijan según crean la versión del Ayuntamiento, de la constructora o de Adepa. Si optan por acercarse allí para ver lo que está pasando lo que sus ojos le dirán es que está siendo terriblemente alterada al límite lindar con el derribo.
Curiosamente -mejor: sevillanamente- esto sucede días después de la aprobación de medidas para la protección del patrimonio regionalista. En la página web de la Gerencia de Urbanismo puede leerse: "Atendiendo al compromiso aprobado en el último pleno del Ayuntamiento de Sevilla, en relación a incrementar la protección de la arquitectura regionalista en la ciudad, la Gerencia de Urbanismo ha llevado a cabo un estudio valorativo de las edificaciones de este estilo localizadas fuera del Centro Histórico de la ciudad para reconocer las susceptibles de ser protegidas o de aumentar su protección, al margen de las que ya cuentan con algún tipo de protección por estar incluidas en el Catálogo Periférico del PGOU. De esta forma, se han identificado 33 nuevos edificios distribuidos por distintas zonas de la ciudad que se incorporarán a la relación de 19 edificios hasta ahora existente en el citado catálogo periférico". Tururú.
Parece que este edificio, tan hermoso como era, tan representativo del barrio, a la vez bienvenida a San Bernardo y, junto a los chalés de enfrente tan pésimamente restaurados, a Nervión, no figura entre los regionalistas identificados. O tal vez es que en esta ciudad se tenga un curioso concepto de la restauración que exige el neologismo derribestauración. Porque la siempre sorprendente Gerencia de Urbanismo dijo el pasado viernes que, una vez revisado el expediente, las obras se ajustan a la licencia y al dictamen de la Comisión de Patrimonio.
El caso es que si no derriba no lo reconocerá ni la madre que lo parió. Como tantos otros edificios derribestaurados de Sevilla; que a la mayoría de nuestros conciudadanos les importa un pito; y que la defensa del patrimonio en esta ciudad es un agónico salvar los muebles tras la ininterrumpida destrucción y degradación de la ciudad histórica -tanto intramuros como arrabales de extramuros- desde hace más de medio siglo. Hermosa, muy hermosa debió ser Sevilla si tras tanto ensañamiento sigue conservando algo.
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