¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Recibimoscon el corazón en un puño las noticias que llegan de Afganistán. El vídeo de una chica afgana llorando su abandono y lamentando su suerte revolvía nuestras conciencias.
Razón por la cual uno tiene que poner un cuidado especial en lo que escribe. Hacer análisis de tercera mano de política internacional es una falta de respeto a los lectores; y las declaraciones huecas de horror y preocupación ("deeply concerned", como dicen los políticos cuando no piensan mover un dedo), esto es, los manifiestos y las firmas e iluminar de colores afganos las fuentes de tu pueblo, son una desconsideración (bienintencionada) a las personas que sufren.
También los articulistas hemos de tener presente el actualísimo aviso de Pero Bermúdez en el Poema del Mío Cid: "Lengua sin manos, ¿cómo osas hablar?". Si uno no puede hacer nada, más digno es callarse.
¿No podemos hacer nada? Algo, sí. Tomar conciencia (y consecuencia) de que las culturas importan y de que una creencia firme puede humillar, como se ha demostrado, a la tecnología, al dinero y a la demagogia manufacturada. Hemos de defender las raíces de Occidente no sólo con el noble sueño de hacer proselitismo de nuestros ideales de igualdad y dignidad humana, sino también para fortalecer nuestras sociedades, cada día más huecas y, por tanto, más vulnerables. En esta línea, dijo JRJ: "Confío más en mi poesía para ayudar a los hombres a ser mejores y ponerlos en paz, que en mis imposibles golpes políticos o mis improbables gritos sociales". Para ello hay que escribir con la exigencia moral de JRJ.
En lo militar se ha comprobado la importancia de la opinión pública, que hace las veces de auténtica retaguardia, sin cuyo apoyo todo despliegue militar se desmorona. Dicen los expertos que, tras la caída de Kabul, el mundo será todavía menos seguro. Desde luego, Estados Unidos ha mandado un mensaje a sus aliados. Un mensaje, por cierto, del que Trump (que no era traidor) avisó mucho. La defensa de cada país pasa a ser competencia y cometido de cada cual. Estados Unidos está cansado de hacer de policía global. Haríamos muy mal en no empezar a preocuparnos por el presupuesto de nuestras fuerzas armadas y por el apoyo social que reciben.
No nos conformemos con seguir los acontecimientos virtualmente, suspirando y adoptando posturitas ideológicamente fotogénicas. Extraigamos como mínimo algunas consecuencias exigentes y comprometidas.
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