Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
editorial
ACALLADO al fin el ruido de una campaña electoral de bajo vuelo, aunque menos crispada que en otras ocasiones, llega hoy el momento de la verdad de la política en democracia: hablan las urnas. Al igual que el resto de los españoles, seis millones doscientos mil andaluces, entre los que se incluyen en esta ocasión los 82.000 extranjeros con residencia en Andalucía, elegirán a lo largo de esta jornada a los concejales, e indirectamente a los alcaldes, de casi ochocientos ayuntamientos de la comunidad autónoma. Aunque las circunstancias impondrán sin remedio lecturas de los resultados relativas a la situación política andaluza y nacional, no conviene perder de vista que lo que está en juego de inmediato es quiénes regirán los ayuntamientos de ciudades y pueblos en los próximos cuatro años, una etapa en la que precisamente los consistorios se ven abocados a gestionarse con la máxima austeridad y transparencia a las que obliga la situación de crisis que atraviesa la región. Lo primordial es, pues, que los andaluces comparen serenamente la labor realizada por los ayuntamientos salientes -para premiar o sancionar en su caso al partido o los partidos que los han dirigido- y los programas, compromisos y candidatos que concurren a los comicios. Inevitablemente, cada elector tendrá que decidir en soledad qué peso concede, en absoluta soledad, a los factores específicamente locales y a los que afectan al conjunto de la vida política andaluza y española a la hora de decantarse por alguna de las opciones en liza. Lo que sí debe quedar claro es que ningún vecino de ninguna localidad es ajeno a la expresión de la voluntad soberana que constituye el ejercicio del voto. Por mucha decepción que haya podido acumular, cada andaluz tiene en sus manos la parte que le corresponde en construir el futuro de la población en la que vive. Conseguir el derecho al sufragio universal, directo y secreto ha sido labor de varias generaciones de andaluces en un esfuerzo que no merece ser dilapidado por la abstención o el desentendimiento. La democracia, con todos sus defectos y carencias, es lo que nos permite votar en libertad. Hoy hay que hacerlo por encima de todo. Gane quien gane, Andalucía ha de celebrar esta fiesta democrática acudiendo en masa a las urnas con el propósito de elegir a los mejores. No basta con votar cada cuatro años para resolver nuestros problemas, pero es imprescindible.
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