La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Un nuevo y presunto asesinato machista, el de la periodista onubense Alicia Rodríguez, se investiga en Marmolejo. Y ese Cigala, qué artista, dejando caer que su pareja lo habrá denunciado "porque las mujeres siempre quieren dineros". Rocío Caíz, de 17 años, desmembrada por el padre de su hija. El ancla desciende a la niña Olivia hasta el fondo del mar. La sumerge su propio padre para infligirle el mayor de los daños a una mujer que ya no es suya. "Condenados -leo aquí-por violar a una chica que no quiso bailar para ellos". Con el fin del estado de alarma ha regresado la normalidad, es decir, el machismo que no sólo mata, tampoco deja vivir. Y esto es sólo la punta del iceberg. Llamarlos monstruos o degenerados es exonerarlos y exonerarnos como sociedad de responsabilidad. El odio cerval a las mujeres, principalmente a las que no se someten y no obedecen al ideario, y el ludibrio a las mismas, es idéntico al que soportaron las que lucharon por esa manía, histérica o machorra, de querer votar, o tener cuenta corriente, o estudiar, o escribir. En este momento histórico, continuamos luchando por esta manía -histérica y machorra- de vivir en paz y no ser agredidas nunca más, ni verbal, ni psicológica, ni vicaria, ni física, ni sexualmente, por esos que se creen con derecho a hacerlo.
Queda un largo camino, pero estamos en él, y (lamento comunicar a quienes pretenden perpetuar, a mala fe, este estado de terror con comparaciones imposibles, falacias infantiles y otros atentados a la inteligencia) no habrá vuelta atrás, por mucho que haya quienes aún nieguen que nos están matando. Digo "nos" porque me incluyo, porque me podría haber tocado a mí, y si no ha sido es por suerte y porque la sociedad en la que vivo está despertando. Daniel Ruiz -a quien le leía ayer mañana una columna que, de haberla escrito yo, me hubieran llamado feminazi- decía el otro día en redes: "El carrusel de políticos indignados y dolientes por la cosa de los hombres asesinos, digo yo que alguna responsabilidad tendrán, ¿no? Ya basta de palabras bonitas: el machismo sigue incrustado en nosotros, y hay que combatirlo a cara de perro. Esta sí que es una batalla cultural".
Vamos a darla. Y a cara perro, sí, si hace falta. Nos alienta ver la debilidad argumental, el victimismo, la ironía barata, y la falta de principio de realidad de quienes hacen malabarismos por sostener el discurso machista que a su vez sostiene tanto desprecio, odio y muerte contra las mujeres.
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