La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Fragmentos
EN las últimas fechas hemos conocido las distintas opiniones sobre los elementos de sombra que se están instalando en la Plaza del Pan. Es un ejemplo más. En el pasado fueron las farolas y bancos. La verdad es que cada día es mayor la inquietud y la preocupación social por la calidad del espacio público de nuestras ciudades, y con motivo. Tanto en el centro histórico como en los barrios. Por la ocupación de aceras y calles con reclamos publicitarios y exposición de mercancías, veladores, sillas, macetones y toldos. Por las estrechas aceras por las que no puede pasar un carrito de niño o una silla de ruedas. La difícil coexistencia de carriles bici con los cruces de peatones y viceversa, la convivencia de las bicicletas en las calles peatonales y aceras. La carga y descarga de suministros. Etcétera, etcétera. A veces por la presencia de muchos visitantes y turistas o el numeroso público consumiendo bebidas en las calles y plazas hasta altas horas de la noche. Otras veces la preocupación es por el vacío de público y la oscuridad de algunos lugares de la ciudad.
Expresamos nuestra opinión a favor o en contra de todas estas cuestiones desde los distintos puntos de vista que orientan nuestro interés. De habitantes de la ciudad o de turistas. De clientes de terrazas o de propietarios de bares y tiendas. Desde los que ven exceso de coches, hasta los que ven falta de sitios para aparcar. De los que ven, por ejemplo, los coches de caballos como un atractivo que pocas ciudades tienen en el mundo, hasta los que ven los excrementos y el deterioro de los pavimentos como una cuestión inaceptable. Los que opinan que se debe sacar la basura a unas horas concretas a los contenedores hasta los que quieren que se pueda hacer en cualquier momento del día y se dejen en las aceras los objetos y muebles que ya no nos sirven en casa, o las cajas de cartón de los bares. La cuestión varía si queremos innovaciones y cambios o no queremos ninguno. Si opinamos desde lo que nos favorece individualmente o bien desde la visión de lo que nos perjudica.
Esas distintas posiciones obligan a que la convivencia quede regulada, entre lo individual y lo colectivo. Así como las responsabilidades. En las ciudades existen las normas de carácter general y las ordenanzas municipales. Les aseguro que para cada problema suele haber una ordenanza que lo regula. Ya sean los tenderetes de camisetas o neumáticos en la acera. Los edificios abandonados o los grafitis. Los usos de la vía pública y sus horarios. Los ruidos en la calle y su intensidad. Los rótulos luminosos o la ausencia de rótulos indicativos de los nombres de calles y plazas, de los que sólo nos acordamos cuando nos dicen que los van a cambiar. Todas esas cuestiones y casi todas las que se les puedan ocurrir están reguladas por ordenanzas y procedimientos. Y hay que cumplirlas y hacerlas cumplir. En ciudades con muchos habitantes y con muchos vistantes como Sevilla no es tan fácil. Pero hay que conseguirlo.
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