Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
La ciudad y los días
VUELVEN a andar a la greña ateos y creyentes, por un lado, y científicos creyentes y científicos ateos, por otro, tras el avance periodístico del último libro de Hawking, en el que afirma que no hay lugar para Dios en lo que se sabe sobre el origen del Universo. Y a uno, modestamente, le da miedo que vuelvan a producirse en el siglo XXI estériles enfrentamientos propios del XVIII y el XIX.
Vaya cada cual por su camino, procurando buscar convergencias constructivas, y al final ya veremos a dónde llegamos todos. Sólo el fin de su vida revelará al individuo la existencia o inexistencia de Dios; y sólo el fin del mundo revelará a la humanidad si su aventura tenía como destino Dios o la nada. Es cuestión de paciencia. Se podría aplicar a esto lo que le dijo al escritor Amos Oz una vieja tía suya, mujer sencilla y judía piadosa: "¿Por qué los judíos y los cristianos tenemos que pelearnos? Basta esperar la llegada del Mesías. Si dice que viene por primera vez, nosotros tendremos razón; si dice que lo hace por segunda vez, la tendrán ellos". En lo de la existencia o no existencia de Dios también sería recomendable la paciencia. Al fin cada individuo habrá de esperar poco más de 90 años como máximo. No es tanto tiempo.
Pero ya que creer o no creer tiene efectos concretos sobre los valores y las actitudes (no necesariamente enfrentados, como sostienen quienes intentan construir una Ética Mundial que concilie moral religiosa y ética civil), de momento hay que solucionar la pacífica y constructiva convivencia entre científicos creyentes y no creyentes, y en general entre ateos y creyentes. En este sentido me parecen admirablemente sabias las palabras del rabino Jonathan Sacks, primera autoridad religiosa del mundo anglosajón, en respuesta a Hawking: "La ciencia trata de explicar, y la religión, de interpretar. A la Biblia sencillamente no le interesa cómo se creó el Universo. La ciencia desarticula las cosas para ver cómo funcionan. La religión las junta para ver qué significan. Son dos empresas intelectuales distintas".
Los cristianos, además, lo tenemos más fácil que nuestros padres hebreos. Lo suyo tiene que ver con la fe pura y por ello tienen mayor mérito, sobre todo tras haber sido perseguidos a causa de la fidelidad a su Dios durante 2.500 años por todos los poderes, desde la diáspora babilónica del 586 a. C. y la romana del 70 d. C. hasta los campos de exterminio nazis y los pogromos zaristas y comunistas, pasando por las persecuciones cristianas. Lo nuestro es igualmente cuestión de fe, naturalmente, pero también de confianza en un ser humano concreto.
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