Corona de la Virgen de Los Ángeles

Una coronación, cuando tiene sentido, no le da a una devoción nada que antes no tuviera: reconoce sus méritos

02 de agosto 2019 - 02:30

Siglos de culto y devoción ininterrumpida y documentada son el edicto más cierto de tu coronación. Cuando el capuchino Girolamo Paolucci da Calboli, el apóstol de la Virgen, inició en el siglo XVII las coronaciones; cuando la Orden Capuchina asumió su iniciativa creando la Pía Ordine dell' Incoronazione; cuando el noble Alejandro Sforza Pallavicino otorgó en 1636 testamento legando parte de su fortuna al Capítulo de la Basílica de San Pedro para promover las coronaciones de las imágenes con mayor devoción; cuando en la segunda década del siglo XVII tuvieron lugar las primeras coronaciones conocidas, las de la Madonna della Febbre y la Madonna di Oropa… Cuando todo eso pasaba, Virgen de los Ángeles, hacía más de 200 años que los negros te daban culto, en figura gloriosa al principio, en la ermita y hospital de los morenos, extramuros de Sevilla.

El sol del Jueves Santo y la luna plena de su noche son el oro y la plata de tu corona. La misa que cada día se dice a tus plantas son las 1.184 piedras preciosas -brillantes, circonitas, turquesas- que la enriquecen. Las almas de los fieles cofrades que desde hace más de seis siglos han mantenido tu devoción, tu hermandad y tu capilla contra los vientos del racismo y las mareas de la historia son las 5 cabezas de ángeles y las 22 estrellas que la orlan; sus sacrificios son la cruz de roja sangre que la remata, y su oración ininterrumpida es el Regina Angelorum de la cinta que la recorre.

Esta es tu corona, Señora y Reina de los Ángeles. Porque una coronación, cuando tiene sentido, no le da a una devoción nada que antes no tuviera: reconoce sus méritos. De oro fundido con oraciones decía Sánchez del Arco en su Cruz de guía que están hechas las coronas de las Vírgenes sevillanas. Oraciones de hoy que nunca te faltan y antiguas oraciones de extramuros -de la ciudad, de la sociedad, de la vida- rezadas por esos últimos que ante Dios son los primeros, como las que los acogidos al Hospital de San Lázaro dirigían al Cristo Humillado que hoy se llama Humildad y Paciencia o los morenos elevaban a su Virgen de los Ángeles, se han fundido con el oro para coronarte.

Hoy, en tu día, acogiendo la fresca penumbra de tu capilla el Jubileo Plenísimo de la Porciúncula, mediado el triduo que tu Hermandad te dedica desafiando calores y vacíos como ha desafiado siglos y marginaciones, se comprende mejor cuál es tu corona y por qué te han coronado.

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