Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Misericordina
QUÉ contratiempo y desilusión supondría para todos aquellos que esperan ansiosos la llegada de la manifestación plástica de la Pasión si, después de tantos ensayos y esfuerzos de los hermanos costaleros, se produjera un desajuste por paso cambiado bajo las trabajaderas impidiendo que nuestros pasos y palios lucieran con su armonioso transitar!
Pues algo así nos suele ocurrir, una y otra vez, cuando invertimos el orden y llevamos el paso equivocado, lo que nos hace quedar fuera de lugar por considerar como fundamental las formas en detrimento del fondo. Ésta es la razón por la que se hace muy complicado poder llegar desde la piedad popular y sus múltiples posibilidades evangelizadoras a la conversión del corazón, deseo primordial del papa Francisco y de toda la iglesia en este Año Santo de la Misericordia.
Pero vayamos ordenadamente: lo primero y fundamental es el encuentro con el Señor como les ocurrió a Andrés y Pedro en el lago y a Leví en la mesa de recaudaciones: dejaron todo porque lo consideraban innecesario y fueron tras Él.
Ese encuentro cambia y transforma toda una vida. Después vendrán la moral, los preceptos y su necesario cumplimiento. Pero no. Hemos invertido el orden y nos encontramos con el vacío y la frustración por haber confundido los medios con el fin.
Tarde de sed de Jesús suplicando al Padre el perdón para toda la humanidad. Noche de misericordia con el Cordero inocente roto, como carne de pecado, en el regazo de su Madre transformada toda Ella en piedad. El encuentro con todo un Dios, cara a cara, para dejarnos fascinar. El pecador, frente a frente ante su Redentor siente en su alma la liberación que provoca la conversión y a ella lo conduce. Después viene todo lo demás que, aun siendo necesario, no es el fundamento de nuestra fe, pues si no hay encuentro difícilmente se llega a la conversión.
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