Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Constantina es uno de esos bellos pueblos de la Sierra que se ubican a lo largo de un profundo y largo valle flanqueado por una secuencia de cerros que lo limitan, destacando el cerro del Castillo con su torre y muralla medieval desde el que se obtienen unas privilegiadas vistas sobre el conjunto urbano. La imagen de un pueblo que puede presumir de una larga y notable presencia en el territorio desde su lejana fundación.
En el centro del valle, la Iglesia de la Encarnación declarada como BIC y desde donde emerge su torre atribuida al mismo arquitecto de la Giralda de Sevilla, Hernán Ruiz el Joven, de mediados de siglo XVI.
Su caserío se encuentra dentro de un conjunto de Interés Histórico Artístico declarado como BIC. Por ello, los proyectos y obras de nuestro pueblo son sometidos al escrutinio y aprobación de la Delegación Territorial de Cultura que demora en más de un año la emisión de sus informes, colmados de una infructuosa lucha contra la teja mixta, los depósitos, los equipos de aire y otras condiciones estéticas accesorias con respecto a la rotunda imagen de nuestro pueblo desde las alturas.
Pero hablar de Constantina es hablar de una singularidad que lo mantiene anclado a un pasado que ya no existe y a un progreso que se le niega. Porque mientras que otros municipios de la comarca se suman a la Estrategia Energética de Andalucía 2030, en nuestro pueblo se van acumulando los informes negativos respecto a que, sobre nuestros tejados y azoteas, se puedan disponer placas fotovoltaicas.
En uno de esos informes, la resolución técnica reconoce que las placas no pueden verse a nivel de las calles, pero también expone que nuestro pueblo se encuentra sometido a una topografía que permitiría la visión de las placas desde los cerros que lo flanquean y evidentemente desde el Castillo.
El informe abunda en el negativo impacto visual y, en un alarde que sólo puede atribuirse al desconocimiento, se alude a que la altura de la Torre de nuestra Iglesia permitiría ver la totalidad de las cubiertas del pueblo. Algo evidente, salvo por el hecho de que a dichas alturas no sube nadie, a excepción del responsable del mantenimiento del mecanismo del reloj.
La aplicación del artículo 19 de nuestra Ley de Patrimonio Histórico parece, pues, impecable salvo por un par de cuestiones sobre las que me gustaría incidir.
Consultada la interpretación del mismo artículo en otros pueblos de la provincia, donde hay más de quince localidades con conjuntos históricos declarados como BIC, parece que las diferentes Comisiones de Patrimonio no encuentran el mismo impacto negativo. Es paradigmático el caso de Sevilla donde parece que desde su Giralda, y a la que sí puede accederse, no se detecte impacto visual alguno.
Similares serían los casos de Guadalcanal o Cazalla, donde la interpretación de la Norma no impide la disposición de estos sistemas, ni en otras localidades donde hasta sus vecinos son beneficiados con ciertas rebajas en los impuestos locales.
De confirmarse este hecho nos encontramos ante una profunda situación de desigualdad interpretativa de la Norma y sufriendo una arbitrariedad que impide a nuestra localidad abrazar el futuro energético desde posiciones más sostenibles.
Pero esta arbitrariedad interpretativa no es el único daño inducido. Nuestro pueblo, según los datos del INE, cuenta con 2.283 viviendas principales ocupadas. Asumiendo que muchas de esas viviendas y ciertos edificios municipales podrían desear instalar placas fotovoltáicas, y considerando las subvenciones de fondos Europeos del 40% o más, nos encontramos con que se está impidiendo que Constantina sea potencialmente receptora de fondos para la transición ecológica en cantidades millonarias.
También debemos exponer la desventaja competitiva que sufren algunas empresas locales que, de forma casi heroica, han florecido en nuestro pueblo con propuestas tecnológicas de estas características, generando empleo local cualificado y que de forma disruptiva han roto con la siempre recurrente economía agropecuaria o vinculada al turismo rural local.
Estoy seguro de que desde la Delegación de Cultura no consideran que los vecinos de Constantina deseamos destruir nuestro Patrimonio Cultural, de igual manera que, de un mínimo estudio comparado, podrían reconsiderarse este tipo de decisiones arbitrarias que acaban convirtiendo nuestros pueblos en auténticos parques temáticos anclados a un pasado que ya no existe, salvo para ciertas visiones románticas, nostálgicas y urbanitas acerca de nuestra forma de vida rural.
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