La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
En privado se admite sin ninguna duda por quienes protagonizaron la fundación y el desarrollo del partido naranja: "Estamos muertos. Nos quedaremos sin ningún diputado en la Asamblea de Madrid. Y a partir de ahí...". Quizás lo peor para un partido no sea desaparecer, sino el cómo. Asistimos a un suicidio político retransmitido que supera cualquier cosa parecida vista antes en la política española desde la reinstauración de la democracia. Harían bien en la formación naranja en buscar una suerte de albacea, alguien que ponga cordura para evitar eso tan peligroso en el ámbito público: hacer el ridículo. Muy probablemente asistiremos en breve al cambio de filas de dirigentes naranjas, preferentemente al PP, hasta los habrá que salten a Vox y no se olvide que en Andalucía hay un nutrido grupo de filosocialistas en el organigrama todavía naranja del Gobierno. En el partido no hay orden ni concierto. Ni en Madrid ni aquí. No hay autoridad. Arrimadas ha fracasado con estrépito. Una cosa es que le tocara la compleja labor de gestionar el partido tras la dimisión de Albert Rivera, y otra muy distinta es que se haya empeñado en acelerar el hundimiento del barco por su cuenta y riesgo. Guiarse por los impulsos, meterse en las políticas de laboratorio y marketing de la Moncloa y dejarse llevar por el pan para hoy y el hambre para mañana conduce necesariamente al fracaso. Aunque ella ya fracasó personalmente cuando dejó tirados a sus votantes catalanes. No hay botes salvavidas suficientes para tanto desencantado en Ciudadanos, por lo que asistiremos a un espectáculo provocado por los planes particulares de cada uno. Grietas en Murcia, un desastre en Madrid, veremos cuánto dura la cohesión del grupo parlamentario en Andalucía. La sede naranja es una versión chusca de 13 Rue del Percebe que deja en evidencia los anhelos de regeneracionismo de la nueva política. Si miramos en la acera de enfrente, a la muchachada burguesa de la clase dirigente de Podemos, el panorama es desolador. Quizás de todo esto salga reforzado el bipartidismo, marca distintiva de las grandes naciones. Contar con más partidos políticos no ha supuesto una pluralidad enriquecedora, precisamente. Primero porque carecemos de la cultura de diálogo, y después porque la política española está muy condicionada por los juegos de tronos a cargo de personajes de cada vez menos nivel. Muy al contrario, la muerte lenta de Ciudadanos aleja a los españoles de la política, se produce un desencanto que debilita el sistema y deja un futuro más incierto que nunca.
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