La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Después DEL 19-J andaluz, Ciudadanos nos recuerda una novela de Gabriel García Márquez: Crónica de una muerte anunciada. Es como un alma en pena de la política.Se le ve una pinta muy lamentable. Resulta triste, porque es un partido con buenos cuadros. No me refiero a cuadros como los de Velázquez, Goya o Picasso, sino a algunos dirigentes que harían un buen papel en el PP de Feijóo, que es el partido más afín que les queda a mano, y donde les deberían abrir las puertas con generosidad y sin exigencias. Ahora se les plantea la terrible disyuntiva de entonar el gori gori y pasar al cementerio político, o insistir en la perdición hasta sufrir más daños. A ello contribuyen militantes desesperados, de trayectoria ruinosa, como Ignacio Aguado.
A Ciudadanos le ha pasado lo mismo que al CDS, tras la reinvención de Adolfo Suárez, cuando el PSOE de Felipe ya le había dado la puntilla a la UCD, y cuando Fraga buscaba una alternativa de derecha, que tras varios bandazos no cuajó hasta 13 años después del primer Gobierno socialista. Una vez que se refundó el PP, en el centro hubo otros intentos estériles, que fueron minimizados por Aznar y Rajoy. Sólo crecieron en las horas bajas de ambos. La UPyD de Rosa Díez fue la propuesta más seria, hasta que se desmoronó.
Ciudadanos empezó fuerte. Era la otra cara de la nueva política, con Albert Rivera como líder. Coincidió con la eclosión de Podemos, bajo el mando de Pablo Iglesias. Rivera e Iglesias iban a renovar la política española. Se destacó que aportaban aire fresco, para conectar con generaciones de jóvenes a derecha e izquierda. Luego se vio que la frescura era descarada; o sea, que los frescos eran Rivera e Iglesias.
Ciudadanos llegó desde Cataluña, como una extensión de Ciutadans. Allí había sido el enésimo intento de crear una alternativa al independentismo. Encumbraron a Inés Arrimadas en su mejor momento. Y pasaron del cielo al suelo, tras ser el partido más votado en diciembre de 2017 (dos meses después de la intentona separatista), pero sin poder gobernar.
En el resto de España alcanzaron un rebote de fulgor y gloria. Hasta que llegó la moción de censura de Pedro Sánchez. Unos dicen que han fracasado por no aprovechar la oportunidad y otros dicen que fue por sus ambigüedades. Lo cierto es que han ido a peor, y ya es un partido que agoniza. Andalucía los ha rematado. Ciudadanos no tiene remedio. Ni con doña Inés, ni sin don Juan. ¿Es una pena? Pues sí, tiempo de lamentos: su realidad es cruel.
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