Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/No hay que pasar por el Vacie para comprobar la Sevilla de la infravivienda. Las previsiones del Banco de España ofrecen buenos augurios con los que nos machacan en los informativos. Mejor que los pronósticos sean favorables, por supuesto. Es cierto que en muchas ocasiones cuesta un mundo hacerse un hueco en un restaurante o encontrar un piso para alquilar en una playa en agosto. De hoteles en temporada alta ni hablamos. Tan mal no iremos, como dice Pedro Sánchez, el que bromea en televisión con no usar calzoncillos. La economía irá bien, pero los informes de la ONG más seria y con mayor prestigio que hay al respecto, Cáritas, nos pega una bofetada con los índices de la denominada pobreza cronificada. Tal vez estemos en una sociedad con cada vez más fuertes contrastes, o quizá con un mayor número de personas que realizan gastos de acuerdo con un espíritu escapista. O se dan todas las circunstancias a la vez. La organización eclesiástica atendió el pasado año en Sevilla a 14.600 familias y a más de 46.300 personas consideradas vulnerables. Y no hay que entrar en Sevilla por Valdezorras y pasar por el Vacie para ver chabolas.
En Triana hay más de una junto a la antigua comisaría de Policía Nacional de la calle Betis, donde hasta se rodaron algunas películas. Justo enfrente del teatro de la Maestranza hay ejemplos de infravivienda camuflada entre la vegetación y la maleza. Una de ellas con freidora, mesa exterior para las comidas y una bicicleta aparcada cerca de la lámina del río. Las chabolas no son cosa del extrarradio, de esas periferias para las que Francisco exige la preocupación de los poderes públicos y de toda la sociedad, de esas zonas que aparecen en los informes oficiales como de “exclusión” o “desfavorecidas”. Hay chabolas en la calle Betis, donde el metro cuadrado no es precisamente barato. Ahora dirán que los terrenos son de unos o de otros. Qué más da. El caso es que están en sitios de donde ya es difícil apartar la vista. La vergüenza de Sevilla no está solo en las Tres Mil o Los Pajaritos.
La chabola es sobre todo y por encima de todo la señal de un drama humano. Y después podemos analizar otras consideraciones. Hay una ciudad que siempre aparece por mucho que no queramos verla, que reclama su atención, que emerge por encima de la Sevilla de postal. Tenemos las chabolas en el considerado mejor balcón (Triana) para admirar Sevilla. Y ahora peléense entre las administraciones para decidir a quién le corresponde su erradicación. Que empiece el pimpampúm.
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