Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Hemos cruzado los brazos y Sevilla se nos va. Así cantan Los Romeros de la Puebla a los que el Gobierno de Moreno dio la Medalla de Andalucía con todo acierto el pasado 28-F. Evocaba la letra que es un canto a la nostalgia al conocer que se nos irá pronto de Castelar una firma que lleva 82 años dando lustre y prestigio a una calle que atesora como pocas el sabor de barrio y de centro al mismo tiempo. Esta vez no perdemos un ultramarinos, una perfumería o una guarnicionería. Se nos va el bufete Cossío Abogados, que lleva desde 1942 en la calle en tiempos del fundador don Alfonso de Cossío. Primero en los números 19 y 7 de la misma calle en sendas etapas para asentarse después largo tiempo en el 5, que tiene derecho a postigo de las urgencias en la fachada hacia Adriano, un atajo para alcanzar la barra del Ventura para el café de media mañana sin dar el rodeo por Arfe. No hay una puerta de atrás más útil y mejor disimulada que la del despacho que dirige don Manuel Cossío. Los problemas del centro histórico de hoy hacen irrespirable, inhóspito y hasta inaccesible la zona. Vivir o trabajar en el centro es todo un reto. Soportar el trasiego de turistas, los diecisiete contenedores de basura saturados con las correspondientes cuadrillas de moscas, las palmas descompasadas de los que andan pasados de copas, los atascos de tráfico cuando se produce el nudo del semáforo de Antonia Díaz... Cossío Abogados deja Castelar, donde se quedará de último mohicano nada menos que Alejandro Rojas-Marcos con su bicicleta y su melena a lo Alberti. Los letrados de Cossío se mudarán a la calle Capitán Vigueras, tan ligada al gremio de los abogados. Cossío se queda cerca del centro, pero se sale de la muralla para ganar la tranquilidad perdida y recuperar el sosiego añorado. No nos damos cuenta, pero el centro se despuebla como una Venecia sin canales, pero con dársena. Todo empezó antes de la denominada turistificación. Comenzó cuando Monteseirín apostó por una Avenida sin tráfico rodado y por alejar las paradas de autobuses de las zonas de máxima afluencia.
El centro quedó para turistas. Y los sevillanos que se conformen con patearlo en Semana Santa. Todos a comprar en los centros comerciales que tienen aparcamiento gratis y a olvidarnos del centro salvo las tardes de lucecitas navideñas. En los 60 se fueron muchos señores de las casas palacio a los grandes pisos de los Remedios. Y ahora se van los vecinos del centro y dejan sus pisos a los turistas. Se nos va don Manuel Cossío de Castelar, la calle por la que ya no pasa ni el primer sevillano, el más importante: el Gran Poder. Hemos cruzado los brazos. La nostalgia es a veces un jarro de agua fría con piedras de hielo que nos cae desde el balcón de la cruda realidad.
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