Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nada más distinto que dos hermanos
Crónicas levantiscas
Pablo Casado ha exprimido en la prensa de los pactos postreros el mal resultado del PP en las municipales del 26 de mayo: se ha llevado todo lo que ha podido, gracias a la colaboración de Ciudadanos, de Vox y a cierta narcolepsia que se ha instalado en Ferraz. Feliz el PSOE con la nueva legislatura que iniciará Pedro Sánchez, preocupado por sus futuras alianzas con Unidas Podemos, a José Luis Ábalos y a Adriana Lastra se les han escapado todas las perdices. Y esto lleva a dos conclusiones: al PSOE le van muy bien las elecciones, pero la organización del partido, la maquinaria de siempre, está muy deteriorada. Los secretarios regionales en sus baronías y los provinciales en sus marcas han dejado de ser referentes locales, tipos capaces de meter a 5.000 personas en un mitin, de montar conspiraciones y de arañar la Alcaldía de la última pedanía de Santiago-Pontones como si en ello le fuese la presidencia de la ONU. El sistema de primarias es magnífico para los periodistas -por lo bien que nos lo pasamos en estas campañas balcánicas-, pero es un desastre para los partidos: gana siempre el que vaya contra los currelas de la organización. Cuanto más firme sea la organización y más efectiva, más debilitado está el secretario general. El PSOE y, en menor medida, el PP han comprado esta milonga americana de la democracia directa.
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