Cartas de Pedro a la ciudadanía

Todo hubiese sido más sano en términos democráticos si Antonio Camacho hubiera liderado la defensa política y jurídica de Begoña Gómez, y no su marido

La opinión de Juan M. Marqués Perales

Begoña Gómez.
Begoña Gómez. / EFE

06 de junio 2024 - 04:00

EL principal argumento de la defensa jurídica de Begoña Gómez es que nadie con voluntad de influir en el Gobierno habría firmado unas cartas de recomendación públicas si, a su vez y como es el caso, es una persona conocida y reconocible. Puestos a traficar con favores por su cercanía al presidente del Gobierno, que es el objeto aún no logrado de la investigación judicial, le hubiera bastado con susurrar al oído. Ella nunca debería haber participado en estos procesos, pero lo llamativo no es tanto eso como que se haya involucrado dejando huella de su presencia. ¿No había nadie entre el tropel de asesores de Moncloa que hubiera advertido de esta actuación incorrecta?

Creo que no, y esto es lo más grave. Tal como hemos leído a través de las dos cartas de Pedro Sánchez a la ciudadanía, su relación emocional con su esposa se antepone a la razón, por lo que es posible que en Moncloa hayan caído en el error en el que abundan las instituciones que tienden al caudillismo: el temor a contrariar al líder en los asuntos de familia, pavor a entrar en el círculo rojo de su intimidad.

La primera carta de Sánchez, la que incluía la advertencia de una dimisión y la confesión de su enamoramiento, obedeció a una estrategia de defensa política que no le salió del todo mal, pero la repetición del formato del mensaje dibuja a un presidente que está preso de lo que entiende como una cruzada pasional con la que pretende que todos aquellos que no son enemigos declarados asuman un papel de defensores proactivos de Begoña, a la vez que de detractores del juez instructor del número 41 de Madrid. Quien pueda hacer que haga, que diría Aznar.

Con su segunda carta vuelve a obviar como interlocutor a su partido, a su Ejecutiva y a su Gobierno, es un llamamiento a una parte del pueblo a salir en su defensa y a ponerse en contra del juez. Para eso ya tendría al abogado de Begoña Gómez, que es Antonio Camacho, militante socialista, fiscal y ex ministro del Interior, la persona adecuada para haber trazado una defensa que no involucrase a ninguna de las instituciones. Hubiese sido lo más sano en términos democráticos.

Pero lejos de eso, Sánchez ha marcado una estrategia bien distinta a la que el PSOE andaluz trazó ante la juez Mercedes Alaya, a quien abrió las puertas de San Telmo bajo la confianza de que sólo caerían unos cuantos. Le ha echado al juez toda la presión encima, va a jugar con sus mismas cartas.

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