Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
QUERIDA Cayetana: Escribo estas letras para decirte lo muy agradecido que te estoy por todas las atenciones que has tenido conmigo durante estos años. Son muchos los recuerdos y anécdotas que nunca olvidaré, pero me quedo con tu eterna juventud. Siempre recordaré cuando me decías los días que te gustaría ir al palco de la Real Maestranza y yo te contestaba que ibas a tu casa y te podías presentar el día que quisieras, pero con una condición, los días de farolillo ¡de mantilla!. No faltabas las tardes de cartel con pellizco y en ésas había que llegar más temprano, porque siempre eras la primera, y, por supuesto, con mantilla.
Una debilidad que no perdonabas eran las horchatas al tercer toro, siempre repetías.
Tu orden y protocolo lo podíamos palpar cada vez que nos invitabas a almorzar a las Dueñas. Llegábamos a las dos y cuarto y nos íbamos a las cuatro y media.
Espero que en el sillón privilegiado que ocupas ante el Santísimo intercedas por todos los que nos quedamos aquí abajo, y a Nuestra Señora y Patrona la Santísima Virgen del Rosario de vez en cuando le pidas que nos dé un capotazo.
Un fuerte abrazo a quien ha sido, y es, genio y figura hasta en la sepultura, de tu buen amigo.
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