Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
LA casta, la elite financiera, el Estado profundo, la CIA, el capital, George Soros, Bill Gates o los sabios de Sión. Las teorías conspiranoicas siempre han relatado lo mismo, un grupo poderoso, subterráneo y secreto, maneja los hilos del mundo, envían aviones para robar las nubes, inyectan chips en los seres humanos por medio de las vacunas y planean atentados como los del 11-S en Estados Unidos, el 11-M en Madrid y los de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils.
Ahora se ha sumado el de Luis Carrero Blanco, el presidente del Gobierno de Franco, asesinado por ETA hace 50 años aunque los fantasiosos han tratado de encontrar sin suerte, pero con gran eco, evidencias de la autoría de la CIA, del KGB, de Carlos Arias Navarro o de la propia familia del dictador. Lo que no encaja en el magnicidio es lo que no le encajaba en 1973 a los responsables de la seguridad del Estado, que un comando de ETA, prácticamente acabado de salir del monte, se instalase en Madrid, tuviera controlado todos los movimientos diarios del presidente del Gobierno y pudiera planificar la explosión de Claudio Coello.
Y no encajaba por la propia incapacidad de las fuerzas de seguridad, más preocupadas por los comunistas, los estudiantes y la Iglesia que por una banda terrorista que nunca había salido del País Vasco. España era otra y Madrid, una muy diferente, como muestra el hecho de que los etarras encontrasen en el listín de Telefónica la dirección del domicilio de Carrero.
La mujer que facilitó la información más valiosa, así como la logística de pisos en Madrid, Eva Forest, anterior militante del PCE y esposa del dramaturgo Alfonso Sastre, escribió en un libro varias veces editado, Operación Ogro, los detalles reales del atentado, pero también incluyó algunos elementos para confundir, tales como que un hombre misterioso –otro hombre del maletín– entregó a los etarras ciertos papeles confidenciales en el Hotel Mindanao.
Cinco décadas de infructuosas averiguaciones no han logrado desentrañar la conspiración contra el sucesor de Franco, que es la gran mentira sobre la que se sustenta esta historia. Cinco décadas después las conspiraciones ha entrado en la agenda de los partidos, incluso en el Congreso de los Diputados, donde la mano de Junts ha conseguido montar una comisión sobre los atentados de Cambrils. Que llamen a Villarejo. O a Iker Jiménez.
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