Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Herrera se ha marchado de las redes sociales. Una espantá motivada. Sin previo aviso, sin despedida. Ahí que se quedan ustedes. Siempre hemos valorado la oportunidad que ofrecen las redes para los periodistas: un contacto directo con los potenciales lectores, la posibilidad de pulsar cierto estado de opinión y, por supuesto, su uso como plataformas donde colgar el artículo de cada día sin necesidad de taladrar una pared ni gastar una chincheta. Pero muchas veces, demasiadas, las redes se convierten en una fosa séptica donde se sufren comportamientos nauseabundos. En demasiadas ocasiones son como aquellas puertas de retrete donde se ofendía el honor de un dama o se laminaba el prestigio de un profesor, por supuesto desde el anonimato. Son en muchos momentos como una pista de coches locos donde se embisten cobardes, acomplejados, envidiosos, inadaptados y seres con tendencia al vómito. En otras ocasiones sustituyen a la consulta del psiquiatra, psicólogo o terapeuta y sirven para dar rienda suelta al narcisismo de baja estofa.
En principio sale más barato usar la red social que acudir al profesional, pero al final se produce una adicción al tuit, el instagram o el post que termina siendo muy nociva. Una vez oí la opinión certera de una doctora cuando un paciente le comentó que había consultado en internet las opiniones negativas sobre una intervención quirúrgica. “No vuelva a abrir el ordenador para eso. En internet solo opinan aquellos a los que les va mal”. Así de sencillo. Yse podría añadir que solo opinan aquellos a los que les va mal... en general. Cuantísima gente destila bilis en las redes, sufren náuseas continuas, todo les parece terrible, confunden el espíritu crítico con la permanente perspectiva negativa, el desacuerdo y la discrepancia con el conformismo, la sana polémica con el frentismo... Llegará el día en que haya que registrarse con el DNI de forma obligatoria para operar en estos foros. Existe ya una pena de red social que se adelanta a la pena de banquillo.
Los ajustes de cuentas ejecutados desde el camuflaje de identidades falsas se producen a diario. Tal vez bastaría con pedir el nombre y los apellidos de los participantes, mucho más útil que aplicar ese estúpido neopuritanismo que, por ejemplo, advierte de la violencia de una fotografía en la que se aprecia a Morante bordando el toreo al natural. Las redes ofrecen una de las peores caras del ser humano. Hay veces en las que, al menos, se aprecian algunas muestras de verdadero ingenio y de auténtica bondad entre tanta podredumbre.
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