La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
EL Cara al sol es una hermosa canción. Su letra fue compuesta por un grupo de magníficos escritores y poetas (Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Sánchez Mazas...) y la partitura corrió a cargo del gran compositor vasco Juan Tellería. Su presentación corrió a cargo de uno de los mejores tenores españoles de la historia, Miguel Fleta, durante un acto en el cine Europa de Madrid el 2 de febrero de 1936. Como todos los grandes himnos políticos se ha usado para lo mejor y lo peor. Fue la banda sonora con la que miles de jóvenes españoles fueron a luchar por lo que ellos creían una causa justa; también para sublimar una cruelísima y sanguinaria represión que aún hoy nos avergüenza.
Como otros himnos también bellos y épicos (La internacional, A las barricadas...), el Cara al sol no tiene cabida en el discurso político de hoy, porque responde a una lógica histórica completamente superada. Pero eso no quita que no pertenezca al patrimonio emocional de miles de españoles. Y, desde luego, a la historia de la cultura política de España. Perseguirlo, como hace la Ley de Memoria, no supone ningún avance democrático. Más bien es un retroceso, un liberticidio.
Aparte está el uso del Cara al sol como himno báquico, frecuentado por borrachos de sentimentalidad azul. El bebedor español, y me atrevería a decir que el universal, es persona aficionada al gorgorito en los momentos cumbres de la jarana. Atesora, además, todo un cancionero que puede ser goliardesco (La puta de la cabra o El vino que tiene Asunción), folclórico (Asturias, patria querida o Francisco Alegre) o político (¡Ay, Carmela! o el Yo tenía un camarada). En su día vimos el famoso vídeo en el que Pablo Iglesias, coleta al viento y probablemente achispado, cantaba La Internacional con emoción y desafino, mientras que el bardo Hasél tremolaba una bandera con al efigie de Lenin. Ahora, para escándalo de nuestra progresía, un concejal de pueblo del PP ha sido grabado destrozando el Cara al sol en una francalecha navideña. Por supuesto, a Iglesias aquello no le pasó factura, mientras que al edil popular, además del consiguiente linchamiento en las redes y de sufrir el acoso legal de los chivatos de la Memoria, ya ha sido sancionado por su propio partido que, como escribía el otro día Luis Ventoso, ha asumido hace tiempo “el marco mental de la izquierda”. Nuestros centristas de toda la vida, como siempre, de cara al sol, pero al sol que más calienta.
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