La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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Crónicas levantiscas
Afortunadamente, el tobogán de Estepona ha sido clausurado. Desde Galileo sabíamos que la fuerza de la gravedad asegura una aceleración precisa a todo tipo de cuerpos, pero hasta ahora a nadie se le había ocurrido salvar los desniveles de una ciudad o las cuestas de un pueblo con un sinuoso tobogán. Afortunadamente, los alcaldes de Medina, Arcos, Zuheros o Alcalá la Real no habían copiado la fórmula de movilidad urbana de José María García Urbano. Gran resbalón, alcalde. Sostengo, desde hace muchos años, que a los nuevos alcaldes es muy complicado ganarles unas elecciones. Si no molestan, los electores dejan que sus regidores repitan otro mandato antes de ejercer un juicio final. Ni a Juan Espadas ni a Kichi ni a Gabriel Cruz los van a botar, se tendrán que trabajar las alianzas después del 26 de mayo, pero no están estos electorados para más zarandeos. A un alcalde no se le exige brillantez, sino que mantenga limpia la ciudad, segura y que, al menos, acometa un gran proyecto. Con uno basta. El de Espadas es el Metro; Kichi sería un gran alcalde si, como Francisco de la Torre en Málaga, derriba la verja del puerto y amplía la ciudad hasta el cantil, aunque eso dependa ahora de Teófila. No más. Así que déjense de toboganes y mamandurrias, como diría Casado: sean normales y, sobre todo, no molesten.
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