¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El placer de lo público
NO sé ahora, pero en otros tiempos uno no podía licenciarse en Historia Moderna sin leer El Ejército de Flandes y el Camino Español 1567-1659, de Geoffrey Parker. Sus páginas recogen una minuciosa investigación (me imagino que aumentada y matizada por aportes posteriores) sobre la gran ruta logística que unía a Milán con Bruselas para trasladar tropas y pertrechos durante la Guerra de Flandes (también conocida como Guerra de los Ochenta años), una suerte de Vietnam español en la que los Habsburgos hispánicos, de Felipe II a Felipe IV, gastaron grandes recursos monetarios y humanos para mantener a los Países Bajos bajo su dominio, con resultados que todavía se discuten entre los especialistas en el periodo.
La creación del Camino Español, una realidad cambiante según los acontecimientos internacionales del momento, supuso grandes esfuerzos diplomáticos, de ingeniería, geográficos y logísticos para la administración hispánica, pero mereció la pena y cuajó en una ruta sin parangón en la historia que dejó una huella profunda en los territorios por los que pasaba, que en su itinerario más clásico eran: el Milanesado, los Alpes, el Ducado de Saboya, el Franco Condado, Lorena, Luxemburgo, el Obispado de Lieja y el Ducado de Brabante y, finalmente, Bruselas. En total 1.200 kilómetros, unos 40 días de marcha al alegre paso de la infantería española.
Lo normal sería que el Camino Español estuviese ya declarado desde hace tiempo como Itinerario Cultural Europeo, pero el entusiasmo de las autoridades españolas, tanto centrales como autonómicas, con este proyecto ha sido escaso (cuando no ha habido un manifiesto menosprecio). Por eso alegra leer la entrevista que Javier Villamor le ha hecho a César Muro, prestigioso militar ya retirado (llegó a mandar la UME) y uno de los fundadores de la asociación Amigos del Camino Español de los Tercios, que entre otros objetivos tiene el de lograr este reconocimiento. Pero también entristece la narración de cómo el Ministerio de Cultura, a partir de la llegada de Sánchez al poder, ha ninguneado el proyecto alegando, sin rubor, que “no interesaba todo lo que fuera hablar de soldados, los Tercios, etc.”. Si esto pasó con el alegre danzarín Iceta imagínense cómo será con el sectario Urtasun, dispuesto a comprar lo más caducado y maloliente de la leyenda negra contra España.
Esta ruta histórica siempre estará ahí y esperemos que vengan próximos responsables políticos que muestren una mayor inteligencia, cultura y sensibilidad hacia nuestro pasado. Mientras tanto, mucho ánimo a los Amigos del Camino Español de los Tercios.
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