La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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UNA noche oigo con asombro en un seudo debate político, inserto en un programa sensacionalista que mezcla con desenvoltura las cuestiones más graves y más frívolas, que los jueces no deben dejarse influir por sus convicciones personales. Eso sí, sólo en el caso de que éstas sean conservadoras y, sobre todo, tengan que ver con las creencias religiosas. Otra cosa es que dichas influencias sean consideradas progresistas. Vale.
Un día oigo al alcalde de Getafe llamar "tontos de los cojones" a los votantes del PP y otro, a Arzalluz recetar Valium a quienes no puedan soportar la presión terrorista, y se les disculpa aludiendo a sus caracteres impulsivos. Vale.
Otro día oigo que el diputado Joan Tardá, tras participar en una mascarada en la que un grupo de jóvenes republicanos disfrazados de plañideras, curas, toreros y jueces simularon el entierro de la Constitución Española y después la quemaron, se dirigió a ellos afirmando que Fraga "tiene las manos manchadas de sangre", llamando a Bono "caradura sinvergüenza" y al Tribunal Constitucional "órgano corrupto", para terminar gritando "¡Viva la República, muera el Borbón!".
Después multiplicó la burla al acusar a los medios de comunicación de volver a "aprovechar la ocasión para sesgar y descontextualizar unas palabras con el único objetivo de criminalizar determinadas opciones políticas"; y al justificar sus palabras afirmando que se tienen "que contextualizar en la historia de Cataluña, con lo que ha sido siempre un grito que conmemora la Guerra de Sucesión y los hechos de 1714". Dicho lo cual cogió el teléfono y llamó al bueno de Bono para decirle que con la frase "muera el Borbón" no deseaba "ningún daño" al Rey; y que cuando aseguró que Tribunal Constitucional está corrupto no atribuía ningún delito a dicho órgano.
Como estamos en España, capital mundial de la impunidad y del to er mundo e güeno, y no en un país serio en el que las palabras y los actos tengan consecuencias o en el que el presidente del Congreso de los Diputados y el Gobierno se sientan obligados a reaccionar cuando se quema la Constitución, se insulta gravemente a personas e instituciones o se grita que muera el Rey, el bueno de Bono atribuyó sus palabras a su carácter "impulsivo" y "algo primario". Vale.
Si las palabras del alcalde socialista de Getafe o del diputado de Izquierda Republicana de Cataluña las hubieran pronunciado altos cargos de la derecha, otro gallo progresista hubiera cantado. Pero como eran de izquierdas -es decir, depositarios de la Verdad Democrática Absoluta-, el gallo se convirtió en gallina y cacareó una disculpa que se dio por buena.
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