Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
La ciudad y los días
Apropósito de lo que comentaba anteayer -que Pedro Sánchez se llevó la mayor ovación cuando dijo que iba a derogar los acuerdos con la Santa Sede- creo oportuno volver sobre el concepto de laicismo. Según las crónicas del acto cuando Sánchez lo dijo, poniendo en pie al auditorio, añadió riéndose: "sabía que en este capítulo iba a tener aplausos". No se equivocaba en el efecto de sus palabras porque jugaba a la vez con el anticlericalismo del PSOE histórico (ligado en su propio origen a la ética judeocristiana pero enfrentado a la estructura clerical) y con la arreligiosidad o antirreligiosodad del PSOE posmoderno que, entre sus muchas carencias, es absolutamente ignorante tanto de la historia y los valores de su propio partido como de la historia y los valores del judeocristianismo. Y me refiero estrictamente a los valores culturales, que son patrimonio de todos, y no a los ligados a las creencias, que lo son de los creyentes. Con ambigüedad calculada, pero desvelando sus intenciones (excusatio non petita accusatio manifesta), inició el órdago con esta frase: "no somos anticlericales, pero sí laicos".
Un brindis al sol -recuerden el origen taurino de esta expresión- y una obviedad, ya que en su primera acepción laicos son todos los no ordenados -sean o no creyentes- y en la segunda, quienes son independientes de cualquier organización o confesión religiosa. Y no creo que nadie dude que los allí reunidos ni están ordenados ni dependen de una confesión religiosa. Aunque en lo segundo Sánchez parece olvidar que existió un poderoso movimiento, activísimo en los años 60 y 70, llamado Cristianos por el Socialismo que aún hoy sobrevive -consúltese http://cristianosporelsocialismo.org- como un "punto de acercamiento entre los pensamientos del cristianismo y del socialismo, en busca de una sociedad más justa y más humana".
En España se confunde laico con laicismo (doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa) y laicismo con anticlericalismo o antirreligiosidad, de la misma forma que se confunde Estado aconfesional con Estado ateo.
Continúo mañana, convocando a Amos Oz y a Fania Oz-Salzberger para que presten el inteligente testimonio laicista expresado en su libro Los judíos y las palabras. No dejen de leerlos (a ellos, no a mí) porque ayudan a pensar.
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