La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El comunista español de hoy o lo que queda de él es en su encarnadura parlamentaria o institucional feminista, ecologista, animalista, suele simpatizar con el soberanismo y con todos los ismos de lo políticamente correcto. Arremete por supuesto contra todas las fobias: homofobia, islamofobia, transfobia. Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, comparte todos estos credos y avemarías y acaba de escribir, sintiéndose la reencarnación de su paisana Emilia Pardo Bazán, el prólogo de una nueva edición de El manifiesto comunista.
Este comunismo reciclado no tiene nada que ver con el que renunció a lo peor de su historia para apostar por la reconciliación: la peluca de Carrillo, la vía conciliar del eurocomunismo, el saludo con Fraga en el Club Siglo XXI, la apuesta antes que el PSOE por la bandera y la Monarquía. Hoy son tiempos de desearse Salud, palabra que la pandemia ha desnudado ideológicamente, y de negarse el saludo. Ese perfil superguay del comunista último modelo no casa muy bien con lo que ocurre en los dos referentes internacionales, en las dos Atapuercas del materialismo dialéctico.
Una cadena de alimentación rusa ha retirado una campaña publicitaria protagonizada por una pareja de lesbianas y ha pedido disculpas a sus clientes. El único beso permitido entre iguales fue el que se dieron en los labios Breznev y Honecker, el presidente de la Alemania Oriental. Y en China se ha prohibido que la televisión muestre a "hombres afeminados y otras estéticas anormales" que podrían debilitar "la cultura revolucionaria y socialista".
La izquierda española es muy dada a satanizar a la derecha por sus pecados internacionales: multinacionales, oligopolios, escuela de Chicago, trilaterales. Su himno es la Internacional, pero esa extrapolación con los modelos chino y ruso los dejaría en muy mal lugar, incluso a ese último especimen del comunista millonario. O la tendencia autóctona de los Anticapitalistas. ¿Contra qué capitalismo? El historiador alemán Jürgen Osterhammel, en su historia del siglo XIX, registra hasta 111 definiciones del capitalismo.
Rusia y China son dos gigantes, dos océanos de tierra y comunismo rampante que se extiende desde los fiordos noruegos hasta las Filipinas, dos trolebuses a los que con una década de diferencia derrotó Japón, el único país que literalmente ha conseguido vencer al comunismo. Y que paradójicamente estuvo a punto de ser destruido por el capitalismo con las bombas que el mundo libre mandó sobre Hiroshima y Nagasaki.
Lo de Atapuerca no es una licencia ni una metáfora. Andrés Sorel, izquierdista a carta cabal, antifranquista, exiliado, represaliado, tituló uno de sus libros La caverna del comunismo. Si Marx levantara la cabeza, Groucho se la bajaría. A sus pies, señora. Feministas, ecologistas, cavernícolas, revolucionarios de manual y guardarropía: la propiedad es un robo; la ocupación, un derecho. Que bajen del coche oficial, eléctrico por supuesto, y cojan el Transiberiano. Todavía pueden encontrar nostálgicos del Gulag y del Libro Rojo de Mao.
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