La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Promoveremos la declaración de la música de la Semana Santa como Bien de Interés Cultural", anunció Juanma Moreno. ¿Toda ella? ¿La de calidad y los chimpunes abrumadoramente reinantes? Calidad no solo quiere decir clasicismo, aunque lo clásico sea una cumbre que sirve de referencia, orientación y aprendizaje a las generaciones futuras. Recuerden lo que dijo Rafael Gómez Ortega El Gallo logrando la mejor definición que jamás nadie haya hecho de lo clásico: "Lo que no se puede hacer mejor". Calidad, en lo que a la música de la Semana Santa se refiere, no alude solo -aunque sí sobre todo- a los pitos del silencio, Gómez Zarzuela, los Font, Farfán, Cebrián, Lerate, Pantión, Gámez Laserna, Marquina, Morales, Braña, Escámez o Pérez Tejera. También alude a las marchas de quienes, tras ellos, siguen componiendo con inspiración y sentido del destino de sus composiciones. Me refiero a marchas que ya son cultural y emocionalmente relevantes como Macarena de Abel Moreno, Silencio blanco de Julio Vera, Requiem del tan reciente y tempranamente fallecido Bienvenido Puelles, Madrugá Macarena de Pablo Ojeda, Candelaria de Marvizón o Como tú, ninguna de David Hurtado -escribo de memoria, no se moleste nadie- que ya se pueden considerar patrimonio de nuestra Semana Santa.
El problema es que junto a ellas, sobreabundando hasta casi ahogarlas, están los chimpunes. "Eso será en su opinión", dirán muchos. Por supuesto. Pero declarar algo Bien de Interés Cultural supone, antes que nada, seleccionar de acuerdo con valores que alguien necesariamente tiene que establecer de acuerdo con algunos patrones consensuados. Y ahí radica el avispero en el que se ha metido el presidente de la Junta.
¿BIC "la música de la Semana Santa", toda ella, sin juicio del gusto que establezca jerarquías, sin selección según calidades consensuadas, sin distinciones entre lo inspirado y lo vulgar? Cada hermandad, por supuesto, tiene derecho a utilizar la música que se le antoje y trenzar con sus costaleros las más fantasiosas coreografías, cada compositor a escribir las marchas que pueda y le apetezca, y cada banda a establecer el repertorio que le salga de las trompetas. Otra cosa es que cuando estas elecciones den lugar a trompeterías en su día bautizadas como "atasco en Torneo" (y todo ha empeorado desde entonces) o a chimpunes machacones con aire de botellón, sea declarado BIC.
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