La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
En su galería dominical y sevillana de seres y estares, Luis Sánchez-Moliní definió a Manuel Machuca como el “boticario humanista”. El entrevistado, a la sazón farmacéutico y escritor, añadió sus propios retoques. Decía ser también un “eremita urbano” y un “masón sin papeles” (“me interesa –precisaba– la idea ética y filantrópica de hacer el bien a la humanidad sin la necesidad de que exista Dios”). Su reflexión invita al bizantinismo en la réplica.
En la peculiar botica de Machuca y esposa, sita en Marqués de Pickman (ese Nápoles sevillano), se despachan medicinas y libros. Quiere decirse que se ofrecen primeros auxilios para el lastre del cuerpo y, al alimón, abono para el cultivo del jardín a las volterianas maneras. Machuca suele escribir novelas comprometidas. En Tres mil viajes al sur narró su experiencia como voluntario en un proyecto de Cáritas en las Tres Mil Viviendas (ese cardo máximo de la marginación del que todos hablamos con impunidad sin haber puesto un pie allí).
Ahora, publicado por Padilla Libros, ha escrito Demasiada gente, basado en el silenciado y ténebre asunto de los bebés robados en los años del olvido cómplice. La historia le llegó a Machuca por donde casi siempre: por la puerta de su farmacia. Una mujer vino a por una crema para las varices y, tras mucho hablar, le reveló que le robaron uno de sus hijos al nacer. He aquí pues esta “ficción real” sobre bebés robados. Como se destapó hace tiempo, se sabe que estos bebés fueron dados la mayoría a familias de las llamadas de orden. Fue posible por los tejemanejes del triángulo isósceles de entonces: prebostes locales del régimen, religiosas y médicos afines.
Se calcula que entre 1940 y 1990 (Felipe González ya llevaba ocho años gobernando), se robaron 300.000 bebés en España. A raíz del libro, dice Machuca que se le ha acercado gente que conoce otros casos cercanos. Sevilla no escapó de esta crónica de secuestros solapados. Hasta en el Hospital de las Cinco Llagas, donde fue investido el yerno soñado dentro y fuera de Andalucía (Juanma Moreno), se traficó con recién nacidos. Todos salieron por la siniestra puerta de atrás. La falsa caridad y la ruindad disfrazada de obra social provocó en silencio un trauma en cadena del que nunca se quiso saber nada.
Los nombres que afloran en Demasiada gente son ficticios. Machuca ha añadido algo de su propia cosecha, siguiendo la irónica regla maestra a la que atendía Juan Carlos Onetti (“la manera más repugnante de mentir es ceñirse a la verdad de los hechos”). La cuota de ficción no altera la llaga de una verdad escandalosa.
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