La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Calle Rioja
UNO viajó en el AVE desde Sevilla. El otro prefirió hacerlo en coche desde Madrid. El destino de ambos era Córdoba. No en vano en esta ciudad está la sede de la editorial Almuzara donde Juan Antonio Corbalán (Madrid, 1954) y Francisco Gallardo (Sevilla, 1958) han publicado el libro Eso no estaba en mi libro de Historia del Baloncesto. Lo presentaron el Miércoles de Ceniza en Sevilla, en la Caja Rural del Sur, y el pasado jueves, tercera semana de Cuaresma, lo hicieron en Pasajes Librería Internacional (antes Turner), en la calle Génova de Madrid que tantas veces sale en los informativos.
Los autores del libro se conocieron hace más de medio siglo. En 1971. “Ambos éramos bases con posibilidades”, dice uno de ellos en la introducción. En el baloncesto sí que funciona que el área de la zona se calcula multiplicando base por altura y triple de tres.
Dos forofos de la vida, la medicina y el baloncesto, aunque los dos nacieran en años de Mundial de Fútbol. Corbalán lo hizo en 1954, el año del Mundial de Suiza que un árbitro le robó a Hungría en beneficio de Alemania dos años antes de que los tanques rusos entraran en Budapest. Y Paco Gallardo es el tercero de los cuatro hermanos de la Soledad de San Lorenzo, hijos de Francisco y de María, que nace en 1958, el año del Mundial de Suecia que ganó Brasil, el primero de los cuatro que jugó Pelé, el primero de los tres que ganó.
Corbalán y Gallardo están entre los fundadores de la Asociación Española de Médicos de Baloncesto. En la presentación de Madrid, junto al periodista deportivo Luis Núñez de Villabeirán y Ángeles López, de Almuzara, contaron con el apoyo espontáneo de José Luis Llorente, uno de los cuatro hermanos Llorente, dos futbolistas, dos baloncestistas, nietos del gran Paco Gento.
“El baloncesto se juega en el aire”, reflexiona Paco Gallardo en el AVE mientras ve por la ventanilla una campiña que le recuerda a un cuadro de Degas. Corbalán formó parte de la selección española que en 1984 consiguió la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. El año de Orwell, que escribió su desquiciante utopía en el capicúa año de 1948.
Corbalán fue un jugador de hoteles y Gallardo de pensiones. Ésa es una de las diferencias entre el tándem del libro, émulos en el basket de Mauri y Maguregui. “Tiene uno cierta nostalgia de las pensiones de Madrid”, escribe Gallardo, “donde nos alojábamos los provincianos cuando íbamos a jugar a la capital. Olían a La colmena de Camilo José Cela y a Tiempo de silencio de Luis Martín Santos”. El 11 de noviembre (cumplía años el mismo día que Dostoievski) de este año se cumplen cien del nacimiento del escritor y psiquiatra al que Paco Gallardo incluye en la galería de “médicos y escritores y escritores médicos” que hizo al alimón con Ismael Yebra en Letras de médicos. Otro hombre “base” en su formación emocional y deontológica.
No sé cuál de los dos coincide con Javier Imbroda y con quien firma esta crónica en que ¡Corre, Conejo!, de John Updike, es la mejor novela que se ha escrito sobre baloncesto. Hay una curiosa analogía entre entrenadores de baloncesto y escritores. Ignacio Pinedo sería “el Juan Marsé de los banquillos”; Antonio Díaz-Miguel, Scott Fitzgerald; y Lolo Sainz, Miguel Delibes. Un paralelismo que surge cuando Corbalán evoca el Campeonato Europeo Junior de baloncesto celebrado en Santiago de Compostela en 1976.
Lo ganó Yugoslavia, que era una potencia mundial. Coincidieron dos gigantes, Fernando Romay, que jugaba en su tierra gallega, y el ruso Vladimir Tkachenko. “A Italia la entrenaba Cesre Rubini, puro Trieste vestido en las galerías de Milán”. En esa selección estaba Juan Carlos López Rodríguez, estrella del Estudiantes, con el que coincidí en el servicio militar en el Ceseden del paseo de la Castellana, donde también estaban sendos hijos de Tico Medina y Fernando Sánchez Dragó. No era mal tándem tampoco.
Fue en el baloncesto donde Juan Antonio San Epifanio, el mítico Epi, bautizó como Loquillo al que sería una de las estrellas del rock nacional e internacional, líder de Los Trogloditas. José María Sanz, verdadero nombre del cantante, coincidió con Epi y con Nacho Solozábal en el equipo del colegio Alpe. En el libro se cuenta que este centro participó en un campeonato escolar de juveniles con ocho equipos. Epi lanzó un balón tan fuerte a su compañero que se empotró en una valla de protección. Epi le dijo: “Ya no eres el pájaro loco, ahora pareces un loquillo”. Éste acabó su relación con el baloncesto antes de triunfar con la música en el Cotonificio de Badalona que entrenaba Aíto García Reneses. No viene en el libro, pero cuando este entrenador, que batió todos los registros de este deporte, entrenaba al equipo de Sevilla (no recuerdo si Betis o todavía Caja San Fernando) se pasó un Miércoles Santo haciéndole fotos al Carmen Doloroso después de que saliera de la iglesia de Ómnium Sanctórum.
Loquillo abre las puertas de una doble presencia de baloncesto y literatura en Paco Gallardo. El cantante hizo un disco con poemas de Luis Alberto de Cuenca, Su nombre era el de todas las mujeres. El poeta, letrista entre otros muchos de Moncho Alpuente, formó parte del jurado que concedió a Gallardo el premio de novela Ciudad de Badajoz por su obra Áspera seda de la muerte. También formó parte de ese jurado Juan Manuel de Prada, ex jugador de baloncesto. “Ni qué decir tiene que no hablamos de literatura, ni de libros, ni de política, hablamos de… baloncesto”.
En el libro hay literatura, hay música, hay costumbres, hay muchos viajes. Y política. “Rusia frente a Yugoslavia en el Mundial de Manila de 1978, Leonidas Breznev contra el mariscal Tito en las Filipinas de Imelda Marcos”. Muchos recuerdos. El primer compañero de un jovencísimo Corbalán fue el veterano Emiliano Rodríguez en una final de Copa que disputaron en La Coruña en abril de 1972. Después su cómplice de sueños y ronquidos fue Fernando Martín. Baloncesto de hoteles y de pensiones, antes de que se desintegraran la Unión Soviética y Yugoslavia. Dos bases, versión amable de Granujas a todo ritmo. Un capitalino y un provinciano, como le llamaba a Paco Gallardo su primer entrenador, Luis Felipe Antón. Dos devotos de Ramón Trecet y de Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil. De Michael Jordan y de Pau Gasol. Uno fue a Córdoba en el AVE. El otro, en el utilitario.
El libro pertenece a la colección que con el epígrafe de Eso no estaba en mi libro de… incluye historias del Real Madrid (Tomás Roncero), del Barça (GFerai Puig), del Athletic (Borja Bilbao y Juanma Velasco), del boxeo (Jorge Lera), del automovilismo (Juan Pedro de la Torre), del motociclismo (Juan Pedro de la Torre) y de la aviación (Rafael de Madariaga y Adolfo Roldán).
Después de presentar el libro en Génova, Paco Gallardo viajó a Bolonia con Mamen y Victoria, las musas de su libro Letras de médicos.
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