Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
EN esta campaña catódica y herciana que ha planteado el presidente Pedro Sánchez, porque ha convocado a votar en plena canícula –40º hacía en Sevilla anoche minutos antes de las diez–, el único debate cara a cara con Alberto Núñez Feijóo era una cita clave, sobre todo para quien va detrás en los sondeos. La única y última bala para darle la vuelta a las encuestas. Perdió la oportunidad.
La bala, si de disparó, silbó perdida por las ondas hasta cualquier hogar de España.
Sánchez se mostró muy incómodo desde el principio, incluso en el bloque económico, donde algunos datos –empleo o inflación interanual (no la subyacente) le son favorables– y, sobre todo, demostró que no soporta que le repliquen y le contrargumenten. En la primera parte apenas dejaba intervenir a Feijóo. “Pero déjeme hablar”, dijo varias veces el político gallego, que superó las expectativas en un terreno, el televisivo, en el que Sánchez se maneja mejor. Tras la pausa, moderó esas formas, seguramente tras ser asesorado en la publicidad.
Cuando su oponente le señaló sus puntos más débiles (ley del sólo sí es sí, indultos de los condenados por sedición, derogación de ese delito desprotegiendo al Estado, pactar con Bildu o el giro sin explicación con Marruecos), hablaba sin parar y sin atender los reiterados avisos de los moderadores.
Sánchez se empeñó en centrar todos los bloques en los pactos con Vox, pero eludió comprometerse a gobernar a su oponente si es el más votado, lo que sí hizo el líder del PP, que es la forma de que Vox no gobierne. Feijóo mantuvo, en cambio, el tono sereno durante todo el debate y eso le permitió que sus mensajes llegasen con más claridad y descolocar al oponente.
El candidato del PP era el que más se jugaba con este debate. Y no sólo no cometió ningún error grave, sino que se arriesgó a ganarlo.
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