La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
Su propio afán
NO hace falta ser un güelfo blanco confeso para entender la exultante alegría que embarga a Raúl Castro. Le han bendecido el Imperio, en la persona de Barack Obama, y el Papado, en la de Francisco. Y sin bajarse del burro, quiero decir, de su dictadura. Normal que vaya dando saltos de alegría.
Aunque en uno de esos saltos se ha salido del campo de lo político, que era el de juego. Y ha afirmado: "Si [el Papa] sigue así, volveré a rezar y regresaré a la Iglesia católica". El que ha dado un respingo he sido yo. La Iglesia y rezar son dos cosas muy serias. Esto es como el que se hace patriota porque la selección de fútbol ganó una Eurocopa. De lo cual resulta un patriotismo con fecha de caducidad. En cuanto empiezan a meterle goles a Casillas, el neopatriota se reconvierte en apátrida más rápido que un mixto. Natural.
Rezar no es fácil. Hace falta la fe, que, como sabe Raúl Castro, que presume de haber estudiado en los jesuitas, sólo da Dios. Sin fe no hay nada que hacer, por mucho que nos sobren los motivos científicos, estéticos, históricos y teológicos. Pero no quiero poner cara de vinagre, como se dice, ante estas ansias ascéticas repentinas de Raúl Castro. El factor personal puede contribuir, lo reconozco. Pensemos en Edith Stein, convirtiéndose tras leer el Libro de la vida de santa Teresa, o en Henry Walpole, haciéndolo porque le salpicó una sola gota de la sangre de san Edmund Campion, cuya ejecución había ido a curiosear.
Lo raro es que Raúl Castro haya tenido que esperar a departir con Francisco, cuando en su propia isla (nunca mejor dicho lo de "propia") tiene ejemplos bastantes de disidentes católicos que han sufrido prisiones, campos de trabajo y torturas, sin perder la fe y sin parar de rezar. Da la impresión de que le ha impresionado el marco incomparable y le han halagado los 55 minutos de audiencia (el doble de lo normal para un jefe de Estado) y los regalos y eso. Pero lo más sospechoso es ese "si sigue así", de un paternalismo que echa para atrás, como poniendo condiciones al Santo Padre para que él, don Raúl Castro, termine dignándose a rezar. Las conversiones pueden ser paulinas o paulatinas, esto es, tumbativas o agustinianas, pero nunca son condicionales ni a beneficio de inventario.
¿Que vas a volver a rezar, Raúl? ¿A que no?, le diría yo, muchísimo más malicioso que el Papa, que es tan bueno. Aunque, por supuesto, me encantaría equivocarme.
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