La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Ayuso sustituye a Franco. Es el objetivo número uno, la presa más deseada por la izquierda, la que tiene la voz tronante y por lo tanto su captura se cotiza más alto. La diosa laica, esta Cibeles con mando es el enemigo a batir. Tiene frenado el crecimiento de Vox en su comunidad porque tiene conquistado y fortificado su terreno sociológico. El votante más a la derecha se siente satisfecho con el discurso desacomplejado de esta periodista metida a política, máxime ese lector que ha asumido durante años que el PP es una derechita cobarde. El PSOE madrileño está varado como el andaluz, a pesar de que cuenta con un candidato solvente, con buena imagen y oratoria fluida. Pero la diosa es la diosa, al menos de momento. El pararrayos de Isabel aguanta las embestidas, pero habrá que evaluar los daños que produzcan estos nuevos ataques. La clave estará en si conserva intacto el comodín del público con el que se cargó a Pablo Casado y Teodoro García Egea, si mantiene esa capacidad para sacar a los militantes en su favor en las puertas de Génova.
Este es el segundo ataque que recibe. Para la izquierda es cómodo sacar a Ayuso cada vez que sufre casos importantes de corrupción. Ella ha jugado tanto a participar en el debate nacional, tal es la fuerza de la plaza madrileña y tal el deseo ferviente de los socialistas de rascar bola en la Puerta del Sol, que los hay que van descaradamente a por ella antes que a por Feijóo. Lo dicho: la intentan usar como a Franco. Todo adobado por la enésima elevación de la crispación del ambiente político. España ha visto cómo la ministra de Igualdad se encendía con un apasionamiento evidente (en su derecho está) y cómo un senador del PP se comportaba como un macarra en la Cámara Alta pidiendo ser el Óscar Puente del centro-derecha español. Ciertamente hemos vivido broncas en las cámaras en años anteriores, pero ahora se multiplican los ecos de las disputas impresentables por la acción inmediata de las redes sociales y por efecto de los medios digitales que ejercen el activismo (que no el periodismo).
España ha dejado de ser el país de porteras que denunciaba aquel líder político ochentero. Ahora lo es de crispados, alterados, alborotados, maleducados y niñatos con actas en el Congreso o en el Senado. Mientras tanto veremos si la presidenta madrileña, bestia negra del socialismo capitalino, mantiene prietas sus filas, vigoroso su apoyo exterior y creciente la simpatía que genera entre los suyos. O si por el contrario aparecen las primeras grietas en esta Cibeles que parece no perder nunca los nervios. Ni el nervio.
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