León Lasa

Ayuno digital ya

El periscopio

Nos estamos convirtiendo en seres humanos tipo windows, permeables, dispersos y, cómo no, banales

01 de febrero 2015 - 08:48

DICEN los gurús de lo macrobiótico y alternativo -otra de las patochadas de hoy en día, junto con la de los productos gurmés, la tiendas gurmés, los bares gurmés...- que no hay nada mejor para depurar el organismo después de los excesos que un ayuno prolongado, una dieta dura a base de agua y aire y un ligero paseo por el campo. Quienes lo han probado comentan que nunca se han sentido tan bien. Pero si de algo está saturada la sociedad occidental de unos años a esta parte, además de calorías baratas, es de inputs digitales. Y escribo inputs (y perdonen la pedantería: parezco un profesor de empresariales) porque me niego a bautizar como información mucho de lo que nos llega a través del iPhone, la tablet o el ordenador. Como en determinados segmentos sociales ya hemos superado el estado de la novelería y entusiasmo en ese campo, empieza a imponerse el contrario: el de hartazgo impostado; el de desapego intelectual. Algo de esto ya lo pronosticó hace años Nicholas Carr en su magnífico libro Superficiales, ¿qué está haciendo internet con nuestros cerebros?, y a ello se refirió hace poco Tacho Rufino en su artículo Nómadas Televidentes. Nos estamos convirtiendo en seres humanos tipo windows, permeables, dispersos, y, cómo no, banales. Navegamos en la superficie de todo sin enterarnos de nada, permanentemente conectados a (o colgados de) internet.

Por eso, empieza a ponerse de moda entre los burgueses bohemios, los que pusieron de actualidad los zapatos MBT, los cereales integrales, la slow food, los cafés solidarios, la ropa orgánica, el algodón, y, a la vez, los equipos de sonido Bang & Olufsen o los coches eléctricos, lo que se ha dado en llamar "ayuno digital", la ausencia total de conexión a dispositivo alguno que tenga que ver con internet. Así, mientras aquí en España todavía quedan aldeas remotas que claman en el cielo por tener la conexión a internet, en Estados Unidos algunos pueblos comienzan a huir de ella y a "vender" como reclamo el "no wi-fi", lo crean o no. Ya Daniel Sieberg nos relató hace unos años en su libro The Digital Diet cómo había conseguido transitar de la condición de adicto a internet a hacer un uso muy restrictivo y -según sus palabras- pragmático de la red. No debe ser fácil. El estrés digital, el cansancio de tener que estar permanentemente enganchado, al tanto de todo, contestando correos, whatssaps o actualizando perfiles, es cada vez más frecuente. Sieberg nos aconseja comenzar ese ayuno digital, esa fase de desintoxicación, con un fin de semana largo, de viernes a lunes, completamente en ayunas (digital). Para ello no hay que irse al Monasterio de Silos, aunque siempre es recomendable. Basta con quedarse en casa y darle una patada al router y apagar el móvil; irse a Siberia de la mano de Colin Thubron y encender un Montecristo. La experiencia merece la pena. Y el coste es mínimo.

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