La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Tablada, zona libre de pelotazos
Sueños esféricos
EL Atlético saltó a la caldera de Nervión sin ánimo alguno de cocerse, traía un exiguo 2-1 a favor del Manzanares y allá que fue a por ese gol que lo salvara de la quema. Y al frente de la infantería, con la bayoneta calada y el mentón apretado, Diego Costa. El brasileño empezó sus maniobras: recibió la pelota, amagó, se giró en la media luna y soltó su latigazo cruzado. Pero se encontró con la rápida reacción de Escudé, que tapó su misil. Unos minutos después, Costa se abrió en un contragolpe a la banda izquierda para arrastrar al central diestro. Y allá que arrancó con tranco y decisión. Pero Javi Navarro olisqueó sus intenciones, aceleró, braceó y en la colisión de hombros salió vencedor.
Esos escarceos iniciales de la tropa de Simeone quedaron en nada. Y el Sevilla empezó a llevar el partido a su terreno, espoleado por esos cánticos que dicen que nunca se rinde. A Arda no le quedó más remedio que atornillarse atrás para ayudar a Filipe: Daniel ya se asociaba una y otra vez con Jesús Navas. Eso, cuando el todocampista bahiano no soltaba un pelotazo largo para salvar la presión rojiblanca. Allí, en las mismas nubes, emergía imperial Kanoute para bajarla ante la impotencia de Miranda, abrirla a Puerta, Adriano o Navas o dejársela a Renato, que se incorporaba desde la segunda línea. Al Atleti no le quedó más remedio que atrincherarse. Y bien que lo hizo, como el equipazo que es. Falcao quedó como una amenaza menor, aislado arriba. Aun así, empalmó una espectacular volea a la salida de un córner que encontró respuesta en Palop, providencial de nuevo.
Diego Costa optó por buscar la guerra por su cuenta y sembró de trampas el terreno con la anuencia arbitral. Pero esta vez fue él quien cayó en una: sacó el brazo en un salto para evitar que Poulsen le volviera a ganar un balón aéreo y fue expulsado. Cierto que el danés exageró. Ahí lo tenía el Sevilla, que percutió con fiereza ante un enemigo entregado. Y llegó lo inevitable: pared de Navas con Kanoute, centro del palaciego y Luis Fabiano gira su cuello con fuerza para cruzar a la red el balón. Los últimos minutos se consumieron en la hoguera de Nervión. El Sevilla volvía a ser finalista de Copa".
Algún sevillista lo pudo soñar horas después de que su equipo doblara las rodillas con resignación ante el Atlético de Madrid, quizá impelido, sin saberlo, por un chispazo de su memoria: en febrero de 2007, los colchoneros se plantaron en el Pizjuán dispuestos a acercarse al Sevilla de Juande para pelearle su plaza de Champions. Toda la semana prepararon el partido, mientras los blancos tuvieron que jugar el jueves anterior en Bucarest ante el Steaua (0-2) en el camino hacia su segunda UEFA. Aun así, esa noche de domingo el Sevilla dio otro repaso a su enemigo (3-1) a pesar de la roja a Martí, ya con 2-0, en el minuto 35. Los papeles se han intercambiado hoy. Lo puede atestiguar Fernando Teixeira Vitienes, que arbitró aquel partido del 18 de febrero de 2007 y el del pasado miércoles.
Emery dice que no ha llegado al Sevilla para sumar 43 puntos. Que los sume cuanto antes. Y luego que mire arriba. Maneja un grupo que da para un once competitivo si no hay bajas. Pero entre ventas tan apresuradas como productivas, expulsiones pueriles, sanciones más o menos severas y lesiones, aflora la pésima confección de la plantilla (puestos mal cubiertos, jugadores-figurantes en el banquillo o la grada) y el nivel da para lo que da: no para apear a este Atlético y ser finalista de Copa. ¿Y para ganar en torno a 8 partidos de los 13 de Liga y sellar el pasaporte europeo? Algún sevillista lo verá como un sueño similar al de la crónica que colorea este artículo.
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