La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
La tribuna
EL pasado 26 de diciembre escribí un artículo en este periódico titulado Libertad y persecución religiosa, en el que puse de relieve la persecución de los cristianos en no pocos países por islamistas radicales, frente a la libertad religiosa que se vive en Occidente. Recordé las palabras de Bernard-Henri Lévy en un artículo publicado en El País titulado En defensa de los cristianos, en el que, tras recordar las persecuciones de los cristianos en muchos países del mundo, afirma que los cristianos forman hoy, a escala planetaria, la comunidad más violenta e impunemente perseguida.
Desgraciadamente, la noche de fin de año un atentado terrorista en la iglesia copta de Los Dos Santos de Alejandría, mató a 23 personas e hirió a 90. La comunidad cristiana en Egipto representa el 10% de la población egipcia. El criminal atentado dio lugar a diversas manifestaciones en Egipto.
Atentados como el referido y la persecución de minorías religiosas, muchas de ellas de extranjeros, en diversos países del mundo, ponen de relieve que el derecho a la libertad religiosa es un derecho universal, como se viene proclamado en el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el artículo 9 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y en la Constitución de muchos estados, entre ellos España. Esta universalidad del derecho de libertad religiosa protege a los nacionales de cada país, pero también a los extranjeros de otras religiones que viven en ellos. Por ello es triste pensar que en muchos estados no exista el derecho a la libertad religiosa, sino religión oficial, o que estén organizados como teocracias.
La persecución de los cristianos en muchos países, puesta de relieve últimamente por Bernard-Henri Lévy, venía ya preocupando a las autoridades civiles, religiosas y a las minorías cristianas existentes en muchos estados, comunidades sometidas a prueba, como ha dicho Benedicto XVI. Sin embargo, ha sido el atentado a la Iglesia copta de Alejandría el que ha producido un movimiento internacional sobre el problema.
Cabe preguntarse qué debe hacerse para evitar tales persecuciones y matanzas, y son muchas las posibilidades pero ninguna de seguro éxito. Una importante responsabilidad corresponde a las autoridades civiles de los países en que ello pueda ocurrir, mediante un conocimiento puntual de grupos y personas que encierren peligro de tales barbaridades. También dichas autoridades deben garantizar, con la presencia de fuerzas de seguridad, que tales actos no se produzcan. Según informan las agencias, hubo fuertes medidas de seguridad y presencia policial que vigilaban la sede del Patriarca copto y las iglesias coptas, repletas de fieles, en la noche de fin de año, prohibiendo aparcar y estacionar vehículos en el entorno de los templos. También hubo muchos cristianos que voluntariamente ayudaban a la vigilancia de las iglesias.
No basta con ello y es necesaria una acción de condena moral, individual y universal de estos hechos y de cualquiera que suponga una persecución de cualquier religión. En la Iglesia católica el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Angelo Bagnasco, pidió en nombre del Papa a la Unión Europea y a la Comunidad Internacional que declaren solemnemente que la libertad religiosa sea respetada en todas partes. Por su parte, Sarkozy, según informaciones de prensa, en el Elíseo, en presencia de quienes representan a todas las iglesias de Francia, condenó con duras palabras, la persecución y depuración religiosa en Oriente Medio.
El gran imán Ahmed el Tayeb, jefe de la mezquita Al Azhar de El Cairo, en un primer momento criticó a Benedicto XVI porque no hubiera condenado las matanzas de musulmanes en Iraq, pero seguidamente, en otro tono, consideró los ataques contra los cristianos como acciones terroristas contra todo Egipto y proclamó que los cristianos de Oriente son una fuente de riqueza de la civilización oriental y de la tradición árabe-islámica. Por su parte los líderes religiosos islámicos moderados preparan un texto en el que equiparan y condenan los ataques a las iglesias cristianas con las que sufren los musulmanes y las mezquitas.
Bernard-Henri Lévy ha vuelto a escribir otro artículo tras la matanza de la iglesia copta de Alejandría, titulado Salvar a los cristianos de Oriente, en el que propone una plegaria ecuménica pronunciada con una sola voz por autoridades de las tres religiones del Libro y también que se invite al planeta a que en una hora se una a los perseguidos. Termina diciendo que "haré una excepción a mi agnosticismo y no faltaré".
En España rige la libertad religiosa, pero todos, y en especial el Gobierno, han de tener sumo cuidado con los grupos islamistas radicales que constituyen un peligro terrorista más grave que el de ETA.
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