La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
LAS ciudades han sido renombradas, a lo largo de su dilatada existencia, de muchas e ingeniosas maneras, por su carácter geográfico, debido a algún acontecimiento histórico, gracias a un libro ejemplar, por la dedicación productiva de sus habitantes, por un antecedente mitológico... Recordemos algunas de las renominaciones: la especular ciudad de las columnas: La Habana, la próspera perla del Nilo: El Cairo, la sensual gran manzana: Nueva York, la brillante ciudad de la luz: París; la laberíntica ciudad del caos: Babel; la ciudad bodega: Jerez de la Frontera; la vertical ciudad del viento: Chicago; la atemporal ciudad eterna: Roma… y así podríamos seguir, casi hasta el infinito, a la manera borgiana, hasta construir una nomenclatura universal de ciudades que se bifurcan, nominadas o innombrables.
Y, claro, Sevilla también forma parte de esas metáforas urbanas, desde la Spal turdetana a la Nueva Roma, renacentista y americana, llegando a la ciudad invisible de Ocnos. Pero a mí me gusta definir a Sevilla como la ciudad de las quimeras, ya que encarna perfectamente el lugar en el que lo que se propone a la imaginación como posible o verdadero, nunca llega a serlo. La Sevilla de nuestros días está llena de quimeras: las Naves de MZA-Renfe en San Jerónimo, la antigua Comisaría de La Gavidia, la Fábrica de Tabacos Altadis, los Almacenes y Talleres Singer, el Museo de la Ciudad, el puente de Alfonso XIII, el Mercado Puerta de la Carne y, desde luego, las Atarazanas.
La quimera de las Atarazanas sintetiza el devenir de la ciudad en los últimos 12 años. Cesión demanial en 2009 de Las Atarazanas por la Junta de Andalucía a La Caixa para construir una nueva sede en Sevilla de Caixafórum; ese mismo año Guillermo Vázquez Consuegra obtiene el Primer Premio en el Concurso Nacional de Ideas para el Caixafórum Sevilla en las Reales Atarazanas de Sevilla; La Caixa renuncia en 2012 a construir el centro Caixafórum en Las Atarazanas; en 2014 La Caixa anuncia el compromiso con el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra para realizar el proyecto Caixafórum en la Torre Pelli y la Junta de Andalucía, La Caixa y Fundación Cajasol presentan el proyecto de Atarazanas: un espacio de diálogo con América; en 2015 la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico aprueba el nuevo proyecto básico para Las Atarazanas que, sin concurso, La Caixa ha adjudicado a Guillermo Vázquez Consuegra; en 2016 la asociación para la defensa del patrimonio Adepa impugna el proyecto de Vázquez Consuegra para las Atarazanas; en 2017 se firma un acuerdo entre la Junta de Andalucía, propietaria del edificio, la fundación La Caixa, concesionaria del inmueble durante 20 años, y Adepa; en 2018 Guillermo Vázquez Consuegra presenta el proyecto para el Centro Cultural Atarazanas, en 2019 la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y La Caixa firmaron el convenio "definitivo" relativo al proyecto de restauración y adaptación de las Reales Atarazanas; a comienzos de septiembre de 2020 la Consejería de Cultura duda de que el proyecto de rehabilitación de las Atarazanas pueda llevarse a cabo con los 10 millones de euros previstos, siendo conminada por Adepa a entregar el proyecto definitivo, cosa que sucede el 30 de septiembre... Continuará…
Más que ciudad de las quimeras, podríamos otorgar a Sevilla el sobrenombre de ciudad de los culebrones. No por casualidad, su calle más famosa es la de Sierpes. Creo que ya es hora de aplicar un poco de sensatez a este embrollo. Y una manera sencilla, como sucede en muchos problemas de difícil solución, hay que empezar de cero. Porque lo que iba a ser un Caixafórum ya no lo es, porque el concurso de arquitectura quedó obsoleto, porque el programa de un Centro Cultural de diálogo con América no existe, porque los enfoques de intervención patrimonial en arquitectura y arqueología han variado, porque no hay dinero… porque estamos hartos de ver un edificio vacío, porque estamos cansados de comprobar la ineficiencia de la Administración, porque los tribunales no pueden suplir con sus dictámenes la inexistente participación de la ciudadanía… Atarazanas (del árabe clásico: assinaah "casa taller") es un yacimiento arqueológico, urbano, militar e industrial, compuesto por una compleja y dilatada estratigrafía, que necesita un proyecto de intervención propio, que sea capaz, ayudado de las nuevas técnicas, de revelar la vida de este lugar, marcado por sucesivas transformaciones, demoliciones, abandonos, ocupaciones, rellenos, vaciados, temporalidades… Atarazanas es un laboratorio en el que se debe investigar y experimentar sobre su condición, y valores, históricos, arquitectónicos, arqueológicos, industriales, militares y sociales. Pero que además debe trascender su pasado, como reconstrucción imaginaria, para transformarse en un espacio de intercambio y diálogo, de investigación activa y transdisciplinar, con América en relación a los principales retos que, en las dos orillas del Atlántico, tiene el siglo XXI en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible…
Atarazanas Plaza, como espacio público en el que la ciudadanía descubra los avances del yacimiento y del laboratorio. Donde se haga realidad la interconexión de este quimérico espacio con la ciudad, las calles, la muralla, las puertas, el Hospital de La Caridad, los Jardines de la Caridad, el Paseo de Cristóbal Colón, el Muelle del Arenal, el río Guadalquivir y el océano Atlántico… La luz del atardecer, el olor a azahar y el viento, provenientes de la medianera con el Hospital de La Caridad, que debería ser celosía, para facilitar la primigenia conexión de las arcadas de las siete naves actuales, con las que desaparecieron pero que, en el Hospital e Iglesia, como muros de carga, cimientan y estructuran las crujías perpendiculares a la fachada según el atrevido y hermoso proyecto de Pedro Sánchez Falconete y Leonardo de Figueroa.
De modo que, con la claridad, el perfume y el aire, se alumbre un nuevo proyecto sostenible, marcado por la evocación y la tangibilidad. Leyendo en estos días el libro de relatos de Ted Chiang Exhalación, no puedo menos que pensar en Las Atarazanas como una puerta del tiempo que nos permita olvidar esta ciudad de las quimeras para poder decir que, en Sevilla, mañana, no fue ayer.
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