¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
"¡Ladran luego cabalgamos!”, ha dicho Adepa sobre mis primeras críticas a las declaraciones de su presidente. En este comentario la citada asociación muestra, inadvertidamente, su cara oculta. Pero no es este el momento de contestarlo. Ya lo haré. Prefiero mantener, en beneficio de la claridad de las conclusiones, el orden de la discusión, a fin de evitar el acostumbrado y confuso batiburrillo tertulianesco.
Me dedico aquí, por tanto, a continuar y completar las consideraciones iniciadas en La amenaza fantasma (Diario de Sevilla de 29/02/24). Demostré allí la ausencia de justificación de dos de las acusaciones de tan munífica asociación contra el Proyecto originario, y que el convenio cuyo cumplimiento reivindica ahora es un engendro concebido entre su prepotencia dogmática y la negligente dejación de los irresponsables responsables políticos del momento (valga la irredundancia).
Aplacé la discusión sobre el supuesto incremento de superficie edificada, porque parece que ha sido descartado tras el informe que el arquitecto director de las obras ha emitido a requerimiento de la Comisión del Patrimonio. En otro supuesto habría que evidenciar la incongruencia conceptual de regir esta clase de Proyectos por una condición tan abstracta y puramente cuantitativa como la fijación apriorística de un valor al parámetro “edificabilidad”, ideado para otras aplicaciones y con otros fines.
Queda la última: la referente a posibles daños al patrimonio. Ésta adolece de la misma carencia de justificación que aquella que le atribuía las grietas del Hospital de la Caridad. No acredita que “las soluciones de consolidación (perforaciones de las pilastras, y micropilotes) suponen daños irreversibles” al edificio y al patrimonio subyacente en el subsuelo, una afirmación que tendría que fundamentarse desde sus mismas premisas, que no cabe dar por sobreentendidas.
Los micropilotes no son una veleidad del arquitecto; han tenido que justificarse técnicamente por el equipo de dirección de obra, y ser aprobadas administrativamente. La rehabilitación, incluso la restauración estricta, de elementos dañados y debilitados de muchos edificios históricos de primera magnitud, puede implicar la exigencia de tocar la materia originaria del edificio, y de utilizar elementos técnicos ajenos al original (grapas, abrazaderas, tirantes, presillas, sustitución de sillares, etc.), cuya aplicación no es ajena ni extraña a la ortodoxia de la reconstrucción y rehabilitación de edificios monumentales, y cuya calificación como “daño” es improcedente.
Y, por lo que se refiere a los supuestos daños a eventuales elementos patrimoniales en el subsuelo, serían, en su caso, muy inferiores a los que se ocasionan cada vez que se realiza una cimentación profunda en el centro histórico. En el antiguo arenal ‘portuario, extramuros, la riqueza y densidad arqueológica previsibles del yacimiento son, por razones obvias, muy bajas. De ahí que el Plan Especial del centro histórico de Sevilla no imponga excavación arqueológica en las Atarazanas. Por otra parte, la gran extensión del hipotético yacimiento (el referido arenal) lleva a lo ínfimo la probabilidad de daños, y ofrece suficiente superficie de espacio público disponible para realizar investigaciones arqueológicas sin necesidad de parasitar este Proyecto.
La goebbelsiana insistencia de Adepa en sus presunciones alimenta el virus sensacionalista de algunos medios, y el alud de comentarios de estos meses sobre las Atarazanas, se hace eco, sin más discernimiento, de las acusaciones de Adepa. Por ejemplo, muchos titulares sobre la noticia de que Cultura va a reparar las grietas del Hospital de la Caridad, añaden el consabido “causadas por las obras de las Atarazanas”, sin informarse, ni informar de que, en realidad, esto no es cierto. Otros hablan de “oscurantismo”, como si fuese preceptivo (ni habitual) que las obras fuesen retransmitidas. ¿No hay otras obras relevantes en Sevilla? ¿Se oye hablar de oscurantismo para las de, por ejemplo, la Real Fábrica de Artillería?
Como contrapartida, el alboroto suscitado por la erupción mediática del último mes y medio ha desatado también una corriente de rumores por la que circulan noticias de que en el informe pedido por la Comisión del Patrimonio, el autor desmonta las acusaciones de Adepa, es decir, que ni siquiera se infringe el perverso convenio del que Adepa reclama cumplimiento. Un convenio que no sólo no habría que haber cumplido –según he razonado en estos artículos– sino sobre el que habría que reclamar la suspensión y, de paso, la restitución de los fondos desviados para su cumplimiento, en tanto ha de ser entendido, y denunciado, junto con Adepa, como responsables de la aplicación a las caprichosas imposiciones de ese grupo de parte del presupuesto destinado a la ejecución del Proyecto originario, y de que ésta vaya a quedar inconclusa.
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