Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
El miércoles pasado me pusieron la primera dosis de la vacuna AstraZeneca en mi centro de salud. Todo fue sobre ruedas: me llamaron al móvil y me dieron cita para el día siguiente. Cuando llegué al centro de salud, tuve que esperar diez minutos (¡diez minutos!) y luego un sanitario afable y atento me puso la vacuna. Rapidísimo y facilísimo. Tanto, que ni un carísimo seguro privado podría haberlo hecho mejor. Es cierto que la Unión Europea se equivocó al hacer las compras de las vacunas y que hemos tardado demasiado tiempo en empezar a vacunar a gran escala, pero una vez que están llegando las dosis las cosas se están haciendo muy bien.
De todos modos, los que nos hemos vacunado con la Astrazeneca hemos pasado unos días intolerables de angustia por culpa de los rumores y de las decisiones contradictorias que se han tomado al tuntún. ¿Tan difícil era salir a informar sobre la incidencia pequeñísima de los posibles trombos? ¿Tan difícil era explicar con fundamento los beneficios incuestionables de la vacuna? ¿Y tan difícil era atajar los rumores histéricos que siempre acaban en manos de todos esos chiflados que difunden teorías conspiranoicas contra las vacunas? Pues se ve que sí. Y ha sido una vergüenza que el Gobierno central y las administraciones hayan ido cada una por su lado, lo que demuestra que este sistema autonómico no es nada eficiente en cuestiones de emergencia nacional. En algunas comunidades se ha decidido no vacunar con Astrazeneca a los menores de 60 años. En otras sí se les vacuna. En algunas se interrumpe la vacunación. Y en algunas otras no se sabe qué va a pasar con la segunda tanda. Se mire como se mire, un desastre. ¿Es admisible que se esté jugando así con la confianza y la tranquilidad de las personas vacunadas? Y más aún cuando todos sabemos que la incidencia de los posibles trombos causados por la vacuna es pequeñísima y que no hay ninguna razón para crear un alarmismo infundado.
Sea como sea, estoy muy contento con mi vacuna Astrazeneca. Es evidente que puede tener efectos secundarios. Y es evidente que hay una posibilidad entre un millón de que esos efectos no deseados me toquen a mí. Sí, de acuerdo, pero las probabilidades de contraer el Covid son mucho más elevadas y mucho más peligrosas. Así pues, bienvenida sea la Astrazeneca. Y que nadie se atreva a tocar nuestra sanidad pública.
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