La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
Crónicas levantiscas
JAVIER Arenas ha permanecido algunos años a la sombra, en un retiro voluntario y mediático, mientras Juanma Moreno maduraba y se ganaba el respeto de ser el presidente de la Junta más allá de los resultados electorales; no deseaba ser un jarrón chino ni dar motivos para los recelos, y mucho menos perjudicar a los dos consejeros que ha criado entre sus propios pechos, Antonio Sanz y Patricia del Pozo, porque sabe que en el PP no disparan con balas de goma. Se conocía su larga amistad con Alberto Núñez Feijóo y se dio por hecho que lo había nombrado portavoz en el Senado de modo circunstancial después del 23 de julio mientras no se encontraba a otra persona, pero el líder gallego lo ha confirmado como secretario general del grupo popular en la Cámara Alta y miembro permanente de su consejo de dirección, ése que marca la estrategia cada semana. El piñón de Génova.
A sus 65 años -este mes cumple 66–, Feijóo confía a este sevillano, criado en Olvera, las riendas de un grupo que va a estar en la primera línea del frente de una legislatura que se presenta como un Vietnam para los socialistas. Es él, que ha sido vicepresidente del Gobierno y ministro en varias ocasiones, quien mejor conoce estos engranajes subterráneos para convertir en mortal a la oposición; él y otra sevillana de nacimiento que también está en el grupo: Luisa Esperanza Rudi, que ha sido además presidenta del Senado. No sabe aún Juan Espadas, el flamante portavoz socialista, a quienes tiene en frente, no debería minusvalorarlos.
Arenas concibe la oposición como una guerra total, tal como hizo en Andalucía, y como ya le advirtió el diputado Ricardo Tarno al ex presidente José Antonio Griñán cuando ambos se encontraron de modo casual en un restaurante de Mairena, en Sevilla. Lo cuenta Griñán en sus memorias, Cuando ya nada se espera: no fue Juan Ignacio Zoido, tal como él creía, quien ejerció sin piedad la acusación en los tribunales del caso de los ERE, sino Javier Arenas.
La derecha andaluza le debe mucho. O casi todo, porque fue él quien modernizó a ese viejo PP del sur que vestía Loden y se fijaba el pelo con Patrico, el primero que lo acercó al andalucismo constitucional y quien lo popularizó entre las clases medias urbanas y profesionales. Como una termita devoró al PSOE de Andalucía, pero el poder se le escapó porque pecó de confianza. También él, como Feijóo, se saltó un debate de televisión porque lo daba todo por ganado, tenía escritos los primeros decretos y pensados a sus consejeros.
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