Rafael / Sánchez Saus

Aquilino Duque

Envío

02 de mayo 2013 - 01:00

COMO tantos, llegué a Aquilino Duque por la poesía. Aire de Roma andaluza fue quizá el primer libro de poemas de autor contemporáneo que compré por mi cuenta, muy joven aún. En él, entre otros versos que me han acompañado siempre, éstos de España en cruz con los que comienza: "Yo nunca usé tu nombre en vano./ Si hablé de ti fue sin querer./Oh, ríos, rayas de tu mano,/ pregunto:/ -España, ¿quieres ser?". Desde entonces, como lector fiel de su fecunda obra, he ido de gozo en gozo y de asombro en asombro. Disfrutando la belleza y aliento de su poesía; la prodigiosa cultura y la tersura del estilo que nutren sus ensayos y artículos; el ingenio, humor y agilidad cinematográfica de sus novelas de intención satírica o la hondura y fuerza dramática de las que, como la magistral El mono azul, recrean desde otra perspectiva la tragicomedia española. Asombrado también, aunque por razones bien distintas. Porque no deja de sorprenderme y espantarme la siempre renovada cicatería y negación de buena parte del mundo literario y de toda la cultura oficial, mantenida sin desmayo durante décadas, contra este escritor enterizo y cabal, rebelde sin impostura, al que nadie puede negar su lucidez intelectual, su honradez personal y su consecuencia vital.

Por eso me ha alegrado tanto saber que el merecido homenaje que ninguna institución le ha dado nunca se lo van a ofrecer sus muchos amigos y admiradores la semana próxima en Sevilla, con la participación de personalidades de las letras como Jacobo Cortines, José Julio Cabanillas, Luis Alberto de Cuenca, José Alberich, Enrique García-Máiquez, Juan Lamillar, Carmelo Guillén, José Mateos o Francisco Bejarano. Serán tres intensos días para repasar con ellos la obra de Aquilino y descubrir con su lectura nuevos motivos de reflexión, deleite y diversión. Y es que Aquilino Duque, uno de los autores de más amplia cultura del panorama actual, uno de los pocos en los que es posible atestiguar un verdadero genio literario, una trayectoria, un proyecto, tiene al mismo tiempo la modestia de situar en primer plano el gusto del lector. Hace unos años, declaraba en una entrevista: "No me planteo tampoco el crear obras trascendentes, lo que persigo es que mi obra sea amena y fácil para el lector, que lo pase la gente bien. Y, si acaso, dar testimonio de una época". Gracias también por eso y felicidades, maestro.

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