La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
La esquina
LAS filtraciones de Wikileaks tienen distinto valor. Hay papeles que no pasan de la categoría de chismorreos, otros que parecen resúmenes de la prensa local y otros más que reflejan más bien el afán de los diplomáticos que los escribieron por demostrar su propia utilidad para el país que los acreditó (Estados Unidos).
Los hay importantes e interesantes. Justifican por sí solos la existencia de Wikileaks y su papel como instrumento de control del poder y denuncia de las mentiras y manipulaciones de la verdad oficial. El portal está sirviendo a la transparencia y la libertad, y ello independientemente de la personalidad de su fundador y de la suerte que puede depararle su futuro judicial. Las reticencias de los medios informativos que no tienen acceso directo a ellos obedecen a un ataque de cuernos profesionales, también llamados envidia cochina (una pregunta: ¿qué harían esos medios críticos si fueran ellos los que dispusieran de los papeles?).
A este bloque significativo pertenecen, por lo que se refiere al interés nacional, los documentos que la Embajada estadounidense en España fue remitiendo al Departamento de Estado sobre el caso de la muerte del cámara José Couso en Iraq en un ataque del ejército norteamericano, los vuelos secretos de la CIA por el espacio aéreo español con prisioneros ilegalmente capturados y la cárcel de Guantánamo. Todos revelan lo mismo: la doblez del Gobierno, que defendía en público una política de firmeza frente a los atropellos de la gran potencia y aceptaba en privado hacer la vista gorda ante los mismos, y las presiones de la Embajada a fiscales y magistrados para hacer encallar las causas abiertas en los tres frentes. Los agentes de la Justicia dirán que sus decisiones fueron siempre autónomas y no estuvieron mediatizadas por dichas presiones, lo han dicho ya, pero que un fiscal de España acuda a rendir cuentas a un embajador extranjero no es de recibo.
Como si quisiera hacerse perdonar sus gestos antiamericanos -borrar, por ejemplo, aquella imagen adolescente de Zapatero sentado al paso de la bandera USA-, el Gobierno no ha dejado de cortejar la amistad de Washington, asumiendo los ejes básicos de su política internacional y aceptando, incluso retroactivamente, ayudar en la tarea de enterrar sus atentados al Derecho. El último papel difundido, por ahora, detalla el ofrecimiento del Ejecutivo a que Estados Unidos aumente su presencia militar en España y la base de Rota acoja al nuevo mando del Pentágono para el área africana. "Todas las puertas están abiertas para usted", le dijo Zapatero al embajador actual. Quizás tenga que ser así, pero al menos que no presuma de independiente.
Me gusta saber cómo actúan los gobernantes y estoy agradecido a quien lo cuente. Sean Wikileaks, Agamenón o su porquero.
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