La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Un periódico –El País– acaba de publicar en su edición digital, y en un lugar muy destacado, una acusación de violencia sexual contra el director de cine Carlos Vermut por parte de tres mujeres que han trabajado con él. Por lo visto, las mujeres –amparadas en el anonimato– aportan pruebas: grabaciones, whatsapps, etcétera. Y entonces surge la pregunta: ¿por qué esas acusaciones no se han hecho en una comisaría de policía o en un juzgado, que sería el único lugar adecuado para hacerlas? ¿Por qué se hacen en un periódico que las airea cuando no hay ninguna comprobación fehaciente –por verosímiles que sean esas pruebas– de la culpabilidad de Carlos Vermut? ¿Por qué se permiten estas aberraciones legales y morales sin que nadie se atreva a alzar la voz? ¿Por qué se pueden verter acusaciones gravísimas sin que haya una prueba policial o judicial que las respalde? ¿Quién ha comprobado si hubo o no hubo consentimiento? ¿Quién ha verificado las acusaciones?
Lo que está ocurriendo es asombroso, y lo más asombroso –lo más peligroso, lo más inconcebible– es que mucha gente lo considera un hecho de lo más normal. Pero ¿es normal acusar públicamente a alguien de unos delitos gravísimos si no hay una investigación policial y una sentencia que demuestre que esos delitos se cometieron y tuvieron un culpable? ¿Se puede acusar alegremente desde la cubierta de un periódico, como hacía la infame revista antisemita Je Suis Partout en los tiempos siniestros de la ocupación nazi de Francia? ¿Se pueden dar voz a denuncias anónimas que no han sido probadas? ¿Se puede permitir que se acuse a alguien de violador –y además de violador que practica la violencia sexual– si no hay unas pruebas que hayan sido sometidas a toda clase de peritajes? ¿Y no es esta una práctica puramente inquisitorial que no debería estar permitida en ningún país que se llame democrático, y más aún cuando se trata de un periódico que se proclama “progresista”? Pregunto, eh, sólo pregunto.
Carlos Vermut dirigió una película sensacional, Magical Girl, en la que aparece una trama muy oscura relacionada con la violencia sexual. Sí, de acuerdo –y de paso les recomiendo que vean la película–, pero esa subtrama, esa historia extremadamente turbia que planea sobre la película, ¿demuestra que su director es un violador y un criminal? Pregunto, eh, sólo pregunto.
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